
Padres e hijos: Amistades peligrosas
El modelo familiar democrático-permisivo
Imaginemos una familia a la que podríamos englobar en lo que algunos teóricos denominan modelo familiar democrático-permisivo. El rasgo definitorio esencial de este modelo de estructura familiar es la ausencia de jerarquías. Las cosas se hacen –o se pretende que se hagan- por convencimiento y consenso, y no, por imposición.
Todos los miembros de la familia tienen los mismos derechos. Todo se habla, todo se argumenta y contra argumenta en condiciones de igualdad. También las reglas, y los límites mismos, que se pactan (y des pactan) con suma facilidad. Se busca de una manera casi obsesiva la armonía y la ausencia de conflictos. Perfecto. Muy bien. Fantástico.
Pero… ¿Qué pasa cuando, a pesar de todas estas buenas intenciones, los conflictos familiares aparecen?
Pensemos ahora mismo en una familia con padres titulados superiores. Los dos trabajan, y tienen dos hijos, la mayor de 15 años y un hijo más pequeño de 12. El padre y el hijo comparten la afición por el deporte, pasan bastantes horas juntos practicándolo y tienen una fuerte alianza, son muy amigos. A su vez, madre e hija se alían compartiendo una auténtica pasión por la música. Hasta aquí ningún problema.
El caso es que el hijo, desde que ha comenzado la ESO, demuestra una apatía, un desinterés, un pasotismo y una falta de voluntad alarmantes, aspectos éstos que están repercutiendo muy negativamente no sólo en su rendimiento escolar, sino también en un comportamiento cada vez más díscolo en su centro de secundaria.
Ante esto, ha sonado la alarma y la casa se ha convertido en una especie de parlamento en donde todo se analiza y se discute.
Los padres, alternativa y conjuntamente, intentan convencer al hijo con mil y un argumentos que tiene que cambiar: tiene que estudiar y tiene que esforzarse más. El hijo replica apuntando que los profesores del centro son muy rígidos e incompetentes. A medida que las palabras y los argumentos de los padres no surgen ningún efecto, se pactan límites y posibles sanciones que, como tan solo se enuncian y no llegan a aplicarse (no hay consecuencias), y encima se van modificando (todo es muy difuso), tampoco producen ningún cambio sustancial.
La hija mayor, que tampoco es que digamos una gran estudiante, ante la insistencia (¡son unos pesados!) de los padres y de sus posibles amenazas en el tema de los estudios, establece una coalición y apoya a su hermanito ante lo que ella considera las injustas exigencias de sus tiránicos padres. Y éstos, pronto, y quizás fruto de su impotencia, empiezan a pensar también que, efectivamente, los profesores son demasiado rígidos con su retoño. Se han movilizado: han hecho llegar sus quejas cuestionando los métodos de enseñanza, y han amenazado con cambiarlos de centro.
Así las cosas, los padres continuarán ayudando en todo y por todo a sus pobres e incomprendidos hijos, los cuales, a su vez, siguiendo esta dinámica disfuncional, se situarán en la cómoda y agradable posición de víctimas. De esta manera se sentirán protegidos, pero cada vez más incapaces de afrontar autónomamente los distintos obstáculos y dificultades que, caiga quien caiga, les va a brindar la vida. Y es que cuando los padres asumen y se hacen cargo de responsabilidades que no les corresponden, los hijos dejan de asumir las propias.
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¿Es posible realmente motivar a nuestros hijos?
Quien no hace un esfuerzo por ayudarse a sí mismo, no tiene derecho a solicitar ayuda a los demás.
Demóstenes
¡Que nadie se asuste! NO. Entonces, ¿qué? Si tus hijos están apáticos, sin ganas, aburridos, si no colaboran para nada en casa, si no muestran ningún interés por los estudios, si no hacen los deberes… ¿No hay que hacer nada? No. Bueno, sí. Una cosa. ¿Cuál? Muy sencillo: dejar de hacer tanto. Como no se explique… Lo intentaré.
La motivación en los hijos: ¿Es posible?, ¿Cómo?
Llevamos ya unos cuantos años de tontería institucionalizada: se nos quiere convencer que el objetivo número uno de la escuela y de las familias es procurar tener a nuestros retoños motivados. ¿Y eso es malo? ¿Quién no desea contribuir a construir hijos motivados? Posiblemente, nadie. ¿Entonces, por qué hablar de tontería institucionalizada? Pues, por pensar que la motivación es una fuerza que haya que aplicar desde fuera. Y por más cosas.
Los dos mitos acerca de la motivación
Sobre todo, por dos mitos acerca de la motivación que se continúan proyectando en nuestra sociedad:
- El primer mito sobre la motivación es creer que la vida y el vivir es una cosa fácil. Que los distintos fines y objetivos se consiguen de una manera fácil, alegre, divertida y sin esfuerzo. En plan Tele 5, vamos.
- El segundo mito sobre la motivación está basado en la idea de que hay que procurar facilitar al máximo las cosas a nuestros hijos y/o alumnos. De esta manera conseguiremos que se animen, se motiven y se entusiasmen. Pues no es verdad. Lo siento. La realidad, siempre tan tozuda, cada día nos lo desmiente. Porque, nos guste o no, todo cuesta, todo lo realmente valioso exige un esfuerzo. Sí, un esfuerzo.
Pero, ¿cuál es el auténtico motor del esfuerzo y la motivación?
El auténtico motor del esfuerzo es el deseo. Ni más ni menos. Y todo deseo nace o se activa de algo que nos falta. Y yo me pregunto: ¿permitimos que les falte algo a nuestros hijos? Sinceramente, creo que no. No solamente no lo permitimos, sino que, encima, les fabricamos los deseos: les procuramos y concedemos cosas que ni tan sólo habían deseado. Nos anticipamos a sus deseos y con ello, les castramos su capacidad de desear y de movilizarse para conseguirlo. Nos guste o no, matamos la gallina de los huevos de oro.
Luego, claro, al verlos tan apoltronados, tan acomodados, tan apáticos, empezamos con los inútiles sermones sobre la importancia del esfuerzo y sobre el sacrosanto día de mañana. Eso del día de mañana, me hace especial gracia porque, para ellos, es como una galaxia lejana y desconocida: una especie de objeto no identificado.
Ya sé que, en lo que se refiere a nuestros hijos, todo lo hacemos con la mejor de las intenciones y que hacemos lo que podemos o sabemos, y que no somos perfectos. Lo sé. Pero, ¿sería mucho pedir que no fuéramos tan contradictorios? ¿Por qué hablamos y hablamos tanto del esfuerzo y no les facilitamos las condiciones para que puedan experimentarlo? ¿Somos conscientes que sólo serán capaces de valorarlo si lo pueden vivir, si lo pueden sentir?
¿Cómo motivar a los hijos, entonces?
Los niños aprenden a conocer el mundo y a conocerse ellos mismos, a ser conscientes de sus capacidades y recursos, interactuando, actuando y superando obstáculos.
El filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson aconsejaba a los padres que querían hijos activos y enganchados a la vida que, cada día, les procurasen, les planearan, les facilitaran un pequeño obstáculo, una pequeña dificultad, un pequeño desafío a superar. Estaba convencido que actuando así es como realmente les ayudamos a construir un motor interno, el único capaz de hacer innecesario los desesperados y poco eficaces intentos de los padres y maestros: todo el santo día empujando y empujando, remolcándolos desde fuera. Todo el día intentando moverlos, intentando motivarlos.
Acabo. Si queremos hijos autónomos, responsables y motivados, por favor, no los continuemos sustituyendo ni les solucionemos todo aquello que, por su edad, pueden hacer perfectamente. Limitémonos a facilitarles las herramientas y las condiciones que les obliguen a enfrentarse y a ir superando pequeñas y accesibles dificultades. Actuando así, posibilitamos la gestación gradual de la automotivación o motivación interna. La única valiosa, la única que realmente funciona. ¡Ah!, y eso sí, no nos olvidemos nunca de aliñar todos estos ingredientes con una buena dosis de amor. Por nuestros hijos y por la vida.
CTBSB
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La fuerza de las creencias
La fe y la duda se corresponden una con la otra, son complementarias. Si no se pone en duda nunca nada, tampoco se cree de verdad.
Hermann Hesse
El gran Epicteto, filósofo estoico de la época romana, sentenciaba de una manera muy sabia: no son las cosas las que nos alteran, sino nuestra percepción de las cosas.
Con esta afirmación pretendía que tomáramos conciencia de la diferencia que hay entre el mundo de los hechos y el mundo de las valoraciones, de las interpretaciones, de los puntos de vista sobre los hechos.
Teniendo esto presente sabremos dónde podemos y tenemos que hacer palanca cuando surge un problema o dificultad en nuestras vidas.
¿Qué aspectos de la realidad dependen de nosotros?
Epicteto, como buen estoico, nos enseña a saber distinguir qué aspectos de la realidad dependen de nosotros y cuáles no. Que tenga un accidente y me fracture una pierna, no depende de mí –a no ser que me comporte de una manera temeraria-, pero la actitud que adopte, la reacción que tenga ante este hecho fortuito, sí que depende totalmente de mí. Aquí sí que tengo todo el poder. El poder de amargarme y estar rabioso por el accidente, o el poder de aprovechar este molesto imprevisto para dedicarme a cosas para las cuales nunca sabia encontrar el momento: leer, escuchar música, ver una serie de películas, estar más con mis hijos…
Es decir, nos lo jugamos casi todo no en lo que nos pasa, sino en la percepción, la interpretación de aquello que nos ha pasado, nuestro filtro o creencias.
Entre tu y tu percepción, están tus creencias…
Ahora bien, ¿de qué depende básicamente que tenga una u otra percepción? Pues resulta que, entre yo y mi percepción de la realidad, hay un filtro que la mayoría de las veces funciona de manera automática, inconsciente. ¿Cuál? Nuestras creencias.
Si en el caso del accidente, yo tengo la creencia de que, si actúo con prudencia, si vigilo, si estoy atento y no me expongo innecesariamente a ningún peligro, a mí no me pasará nunca nada. Y eso, además, lo creo de una manera absoluta y radical, ¿cómo creéis que me sentiré después de romperme accidentalmente la pierna? Ya os lo digo yo: fatal. ¿Y qué percepción tendré del suceso? La percepción de una auténtica catástrofe, de algo terrorífico, de haber padecido un auténtico tsunami vital.
Pero… ¿qué con las creencias?
Las creencias son como una segunda piel que se han ido integrando en nuestra mente fruto del entorno familiar en que hemos vivido, de cómo nos han educado, de las cosas que nos han pasado, de las experiencias vividas y de cómo las hemos vivido… Y es que, al final, queramos o no, conscientes o inconscientes, todos tenemos unas determinadas creencias sobre cómo somos nosotros, sobre cómo son o deberían los otros, y sobre cómo es o debería ser el mundo y la vida en general.
Está claro que algunas de estas creencias nos ayudan a encontrar constancias, regularidades, puntos donde anclarnos y poder transitar guiados con una especie de brújula que marca el norte de nuestra vida, desafiando así el fondo siempre incierto, misterioso y enigmático de la existencia.
¿Y qué hay de las creencias limitantes?
El problema se produce cuando nos dejamos guiar por creencias que no nos ayudan a vivir, que son o se han convertido en disfuncionales: la mayoría de las veces porque se han transformado en patrones rígidos, absolutos e inmodificables. Sería, pues, conveniente estar atentos y vigilar cuándo algunas de nuestras creencias que, no nos engañemos, las vivimos como auténticos actos de fe, nos ayudan y cuando nos impiden avanzar y progresar en nuestra vida.
Claro que, la mayoría de las veces, no resulta tan sencillo, porque están tan integradas en nuestra experiencia cotidiana que, ni somos conscientes de hasta qué punto nos condicionan, ni es tan fácil cambiarlas a fuerza de voluntad.
Así las cosas, muy a menudo necesitamos de la presencia de alguna rotura, crisis o fractura vital contundente para que seamos capaces de modificar alguna de nuestras creencias. ¿Qué triste que sea así, no? Quizás. No lo sé. Sólo sé que los humanos somos bastante así: sólo aprendemos de nuestros errores.
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¿Es siempre positivo pensar en positivo?
No hay esperanza sin temor, ni temor sin esperanza
Spinoza, Ética, Libro III
Los animales lo tienen más fácil para vivir: les guía el instinto. Nosotros, los humanos, necesitamos re-presentarnos la realidad. Necesitamos poner distancia, reflexionar. Y lo hacemos a través de una serie de creencias, de valores, de actitudes que hemos ido incorporando a nuestra vida a lo largo de los años.
Todo ello hace posible la construcción de una determinada mirada sobre la realidad. O dicho de otro modo, todos nos enfrentamos a una realidad que previamente hemos tenido que re-presentarnos, que construir. Todos, pues, nos posicionamos ante la realidad, actuamos y nos comportamos, como si fuera de una determinada manera. No nos enfrentamos directamente con la realidad, sino que lo hacemos a través de unas mediaciones, de unas gafas, a través de unos filtros, de unos determinados autoengaños, que en ocasiones pueden ser creencias limitantes.
Visto así, el autoengaño, no es algo negativo, sino que es sencillamente inevitable, forma parte de la condición humana. Y en consecuencia, lo más operativo sería determinar cuáles de nuestros autoengaños son funcionales y nos ayudan a vivir, y cuáles no. Tarea no muy fácil, porque la mayoría de nuestros autoengaños, de nuestras visiones o miradas sobre la realidad, los hemos ido adquiriendo de una manera inconsciente, sin darnos cuenta de ello.
No son pues ni deliberados ni conscientes, pero los vivimos como si fueran visiones absolutamente reales y objetivas, los vivimos como la Verdad. Y justamente por eso tienen tanta fuerza y nos guían tanto en nuestra vida.
¿Qué pasa, sin embargo, cuando desde alguno de los innumerables libros de autoayuda o a través del gurú mediático de turno, y de una manera machacona, nos quieren convencer, como si de una religión de obligado cumplimiento se tratara, que, si nos esforzamos en pensar en positivo, podemos tener esperanzas de que acabaremos consiguiendo lo que nos proponemos (si quieres, puedes) y que la vida, obediente y sumisa, nos regalará los frutos sabrosos de la felicidad y el bienestar? ¿Qué pasa cuando nos quieren inyectar el autoengaño de piensa en positivo?
Procurar pensar en positivo implica, justamente, que nos hemos de esforzar, que tenemos que poner conciencia y voluntariedad.
Y este es el problema: el autoengaño consciente de pensar en positivo suele provocar el efecto contrario. Sí, el efecto paradoja.
Cuando un autoengaño se hace consciente, se desactiva, pierde todo el poder y provoca, a menudo, el efecto contrario. Si voluntariamente me mentalizo y sobretodo espero que todo irá bien, tengo muchos, muchos números de decepcionarme, de desilusionarme, y como resultado de ello, caer en un estado depresivo, a veces de renuncia parcial o total.
¿Y qué hay del efecto placebo?
Porque, ¿vosotros creéis, por ejemplo, que el famoso efecto placebo tendría algún efecto si fuéramos conscientes o lo buscáramos de forma voluntaria? Imaginaos que nos dijéramos:
Esto que me han dado y que me voy a tomar es sólo un placebo, lo sé, una simple pastillita de harina con sacarina, pero como me han dicho y quiero y estoy convencido de que me hará el mismo efecto que un medicamento real, me lo hará.
Y justamente por eso todos los terapeutas de nuestro centro, a sabiendas del efecto paradoja lo usamos y lo trabajamos con mucho cuidado y de manera estratégica. Porque sabemos que con el miedo, el dolor, la tristeza y la rabia no se puede realizar un trabajo eficaz y eficiente en positivo, con una filosofía y psicología positivas. La mayoría de nuestros clientes vienen porque todos sus intentos (los suyos y los de sus familiares y amigos) de positivizar sus dificultades, a efectos prácticos, no han resultado muy positivos que digamos.
Decir a una persona deprimida que se anime, que se alegre, o a una persona con miedos o con mucha rabia acumulada que sea positiva, y que procure no tenerlos, no es solamente ineficaz, sino que en la mayoría de casos alimenta y cronifica el problema.
¿Cómo generar, entonces, confianza y optimismo en el futuro?
Y es que, seamos claros, lo que realmente genera confianza – y optimismo- en nuestras capacidades y en nuestros recursos no es pensar que todo irá bien, sino los resultados positivos que hemos obtenido cuando hemos sido capaces de enfrentarnos con los hechos, con la vida. Eso sí, la mayoría de las veces, sin esperar demasiado. Sin ser tan optimistas.
Me parece que más que el pensar en positivo, nos ayudaría más tener muy claro que toda cuota de felicidad realmente saludable -y perdurable- pasa siempre y de manera ineludible por ser capaces, antes de nada, de aceptar la vida tal como es. Saber discriminar, como hacían los estoicos, qué cosas dependen de nosotros y cuáles no. Y ante cualquier situación, aceptar lo que no se puede cambiar y, a continuación, arremangarnos y ponernos a trabajar en aquellos aspectos y dimensiones que sí se pueden y deben ser mejoradas por nosotros. Y eso no es ni optimismo ni pesimismo. Es la felicidad desde un cierto grado de lucidez. La única que, si os soy sincero, cuando de vez en cuando se digna visitarme, realmente me llena, me satisface y me hace sentir bien. Feliz.
El gran Séneca y los estoicos en general aconsejaban, para no sufrir, eliminar del todo la esperanza. La verdad, no creo que esto sea posible. Porque la esperanza es una de las manifestaciones del deseo. Y el ser humano es un ser que desea. Desea tanto que, en realidad, lo que desea es tener deseos. Ahora bien, tal vez, como recomienda Comte-Sponville, sí sería posible y valdría la pena, procurar no esperar tanto y actuar y amar más. Amén.
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La búsqueda del control hace perder el control
En este post Miguel Herrador, terapeuta y coach, nos habla sobre la cuarta trampas mentales del miedo y la ansiedad: la búsqueda del control hace perder el control.
«El mayor control, al que puede aspirar un ser humano, es dejarse ir.»
DALAI LAMA
Recuerda que si éste u otro problema te aqueja, puedes iniciar una terapia con un profesional de nuestro equipo. Escríbenos a través de nuestro formulario de contacto (aquí), o reserva una cita informativa gratuita (aquí). Estamos en Barcelona, y ahora también en formato online. ¡Muy cerca tuyo!
Las trampas mentales del miedo y la ansiedad (Parte 4ª): EL CONTROL QUE HACE PERDER EL CONTROL
La característica más sobresaliente del ser humano es la de querer tenerlo todo bajo control. Nuestra sociedad moderna ha creado el mito de que los hombres podemos controlar todas las cosas que hay en el mundo. En este sentido, la ciencia se ha convertido actualmente en la religión más poderosa. Los científicos están en posesión de la verdad, y parece que, por este motivo, pueden manipular a la naturaleza a su antojo.
Sin embargo, dicho mito se derrumba ante los hechos que configuran la realidad. En efecto, las tragedias que nos asolan, las guerras, las crisis económicas, las pandemias, etc., evidencian que nosotros los humanos estamos muy lejos de tener el control al que tanto aspiramos. Me atrevo a afirmar, incluso, que nunca lo hemos tenido. A lo que llamamos tener el control es una quimera y una ilusión.
Los que intentamos controlar mentalmente nuestras reacciones psicofisiológicas nos metemos en una trampa sorprendente y paradójica: lo único que conseguimos es alterarlas. La mayor parte de los trastornos fóbicos-obsesivos se rigen por esta dinámica.
Al tratar de controlar nuestro ritmo cardíaco, lo que logramos es aumentarlo; si pretendemos es tranquilizar los nervios, más nerviosismo tendremos; si queremos respirar relajadamente, percibiremos más dificultades; si procuramos controlar nuestro equilibrio, más vértigo y mareos sentiremos.
Todos hemos podido comprobar que cuando intentamos controlar la vergüenza que nos produce ponernos colorados, lo único que logramos es sonrojarnos aún más y aumentar de paso nuestra vergüenza.
La hipocondría, o el miedo a tener una enfermedad grave que nos provoque la muerte, tienen la misma lógica: no podernos fiar de nuestro propio cuerpo.
Cuando intentamos mantener el control, lo perdemos y acabamos creando lo que tanto nos asusta. La reiteración de este círculo vicioso conduce a una profunda pérdida de confianza en nuestros recursos para manejar nuestras reacciones psico-fisiológicas. Esta acción merma nuestras capacidades y nos hace sentir víctimas de una situación contra la cual creemos que no podemos luchar ni hacer nada. De esta manera, seguro que saldremos derrotados. Con toda certeza, acabaremos sintiéndonos impotentes, descontrolados y con pánico.
El miedo al miedo o el miedo a perder el control
«No hay nada peor que tener miedo de uno mismo». MIGUEL HERRADOR
Muchos de nosotros hemos experimentado el miedo a volvernos locos. Esta variante es la más significativa cuando se tiene miedo al miedo. Da mucha ansiedad no poder tener la certeza de que no nos volveremos locos en algún momento. Da verdadero pánico comprobar, reiteradamente, que no podemos controlar nuestra mente.
Nuestra mente no para nunca. El mito de que podemos controlarla nos está haciendo mucho daño. El pensamiento positivo forma parte de este intento de controlar lo incontrolable. De hecho, ni la hemos controlado ni la llegaremos a controlar nunca. El miedo al miedo se ha convertido en una expresión universal. Cuando estos cuatro intentos fracasados: anticipación, evitación, demanda de ayuda y protección, y búsqueda del control que hace perder el control, se ponen en práctica a la vez, solo bastan unos pocos meses para construir un desorden consistente en ataques de pánico o fobias complejas.
Al principio, la patología se orientará hacia las cosas o situaciones que estemos evitando, pero se irá desplazando gradualmente hasta el descontrol de los síntomas y de las sensaciones corporales internas. De esta forma, ya no hará falta un estímulo externo para que nos alcance el llamado «miedo al miedo».
Ejercicio para tratar este miedo: La meditación de todos los males
“La meditación de todos los males”, creada por los sabios estoicos, es la técnica paradójica que podemos utilizar si nos asalta el miedo a perder el control. Y consiste en provocarnos voluntariamente aquello que más tememos, creando de este modo el efecto paradójico contrario. Es la antigua estratagema china de “Apagar el fuego añadiendo leña”. Cuando queremos voluntariamente perder el control es cuando realmente lo recuperamos. También nos será de gran ayuda para enfrentarnos a un futuro amenazador lleno de peligros y tragedias.
Si tienes una problemática relacionada con los trastornos de la ansiedad o las fobias simples y complejas, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.
Las otras 3 trampas restantes, como ya señalé, son:
- La anticipación no ayuda a calmar el miedo y la ansiedad
- La evitación del miedo que lo transforma en pánico
- La demanda de ayuda y protección
Miguel Herrador, coach y especialista en ansiedad, fobias y pánico.
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¿Cómo ayudar verdaderamente a alguien con ansiedad o miedo?
En este post Miguel Herrador, terapeuta y coach, nos habla sobre cómo ayudar verdaderamente a alguien con ansiedad y miedo.
«Brevísima es la vida de quienes no olvidan el pasado, no se ocupan del presente y temen al futuro: cuando llegan al fin, comprenden demasiado tarde, que han estado largo tiempo sin hacer nada».
LUCIO ANNEO SÉNECA
El miedo es una de las emociones más intensas
Lo que te voy a contar te puede parecer increíble pero nuestro cerebro se pasa el día haciendo conjeturas. Quiero decir que con una cuarta parte de la información que recibe toma todas las decisiones, sean muy importantes o sin relevancia, y las emociones le ayudan en este menester.
En este sentido, las emociones hacen de guías. Es decir, le ahorran muchos quebraderos de cabeza y también mucho gasto energético. Tengamos presente que nuestro cerebro consume diariamente el 25% del total de nuestra energía.
El miedo es una de las emociones más intensas, pues produce una activación biológica y mental muy elevada. Recordemos que el miedo es una emoción que se activa ante la presencia o percepción de un peligro real o imaginario. Se trata de un mecanismo para prevenirnos de un posible daño en cualquiera que sea la circunstancia. Es una reacción instintiva, y por lo tanto, no elegida racionalmente ante las amenazas de nuestra integridad y de nuestra vida.
El miedo es una emoción básica en la naturaleza. Es automático, puro instinto y sin razonamientos que valgan. Viene incorporado a nuestra biología sin que podamos escogerlo. Por ello, tratarlo con la razón hace que no podamos tratarlo con éxito.
El miedo tiene una lógica paradójica. Muchas veces, sabemos racionalmente que el miedo que estamos sintiendo es absurdo, y sin embargo, que seamos conscientes de ello no sólo no nos quita la ansiedad, sino que a menudo nos la aumenta en grado sumo.
Querer ayudar a una persona con miedo y ansiedad, le puede dañar.
En este sentido, quien pide ayuda y protección a las personas de su entorno para superar su ansiedad parece que está siendo de lo más razonable, pero así no logrará eludirla. Al principio, esta ayuda le hará sentirse protegido de los posibles peligros, pero en realidad lo que esta acción le acabará confirmando es su incapacidad para hacer frente al miedo y para gestionar la ansiedad por sí mismo; tanto es así que, de hecho, cada vez le será más difícil afrontarlos, ya que al recibir dicha ayuda se sentirá paradójicamente impotente y dañado.
Los efectos de “la ayuda que daña” son comparables a la situación del niño al que se le hacen los deberes: se le va volviendo con el tiempo una persona inútil e incapaz; parece que avanza y progresa adecuadamente, pero en realidad se le está obstaculizando su desarrollo natural y dificultando su futuro. Es muy fácil dañar a alguien que está en esta tesitura.
Me gustaría dejar bien claro que cada vez que ayudamos a alguien con miedo patológico estamos mermando sus capacidades y retrasando enormemente la superación de su problema. En otras palabras: cuando ayudamos a alguien con ansiedad estamos aumentando gravemente su patología.
Para resolver este problema relacionado con la mala ayuda, utilizamos una reestructuración que funciona de maravilla. Reestructurar significa «codificar de nuevo»; es decir, cambiar la percepción de la realidad de una persona, modificando la estructura de lo que percibe sin alterar el significado de las cosas.
No se trata de cambiar el valor semántico de lo que la persona expresa, sino de cambiar el marco en el que se inscribe dicho significado. Si conseguimos tener otro punto de observación, cambiaremos también la percepción misma de la realidad observada.
Un buen ejemplo de este género es la reestructuración de «la ayuda que daña». Es estupenda para los pacientes fóbicos-obsesivos pues utiliza la fuerza del síntoma contra el síntoma mismo. A una persona aquejada de este tipo de problema es excelente decirle, o que tú mismo medites, lo siguiente:
«Quisiera que reflexionaras que cada vez que pides ayuda y la aceptas, recibes al mismo tiempo dos mensajes. El primero es evidente: porque te quiero, te ayudo y también te protejo. El segundo, menos evidente, mucho más sutil y mucho más perjudicial es el siguiente: te ayudo porque tú solo/a no puedes hacerlo en estos momentos, ya que eres un/a enfermo/a incapaz que no puedes hacer nada por ti mismo/a. Con el paso del tiempo, el segundo mensaje no sólo contribuirá a que persistan tus síntomas dela ansiedad, sino que los agravará aún más, porque confirmarás que solo/a no puedes afrontarlos y así potenciarás tu sintomatología haciéndola mucho más fuerte. No te estoy pidiendo que dejes de pedir ayuda porque no estás en condiciones de hacer otra cosa diferente. Solamente te estoy pidiendo que cada vez que pidas ayuda y la utilices, pienses que estás construyendo el futuro agravamiento y la segura cronicidad de tus problemas relacionados con el miedo patológico. No te esfuerces en dejar de pedir ayuda porque no estás en condiciones de hacerlo en este momento. Piensa, por todo ello, que cada vez que pides ayuda y la recibes estás ayudando a convertir en crónico tu problema de la ansiedad.»
Tanto para las fobias simples como para las fobias complejas, esta es la tercera solución intentada y fracasada, que no solo no lo resuelve, sino que lo agrava.
En nuestro centro somos especialistas en tratar todos los problemas relacionados con la ansiedad, sin excepción alguna.
Las otras 3 trampas restantes, como ya señalé, son:
- La anticipación no ayuda a calmar el miedo y la ansiedad
- La evitación del miedo que lo transforma en pánico
- La búsqueda del control que hace perder el control
Miguel Herrador, Coach y especialista en trastornos de la ansiedad.
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Evitar el miedo lo transforma en pánico
«El miedo que evitamos es el miedo que se acabará transformando en pánico.»
MIGUEL HERRADOR, terapeuta y coach.
Este es segundo post de una serie de artículos acerca del miedo y la ansiedad, sus trampas mentales y las soluciones que no funcionan para erradicarlos.
¿Por qué hay tantos problemas de ansiedad hoy en día?
Si nos comparamos con nuestros ancestros, hoy en día en muchos casos, no tenemos nada tangible con lo que pelear o de lo que huir. En efecto, ahora nos angustian la crisis económica, los temas relacionados con la salud, nuestras relaciones y los problemas que comportan, el calentamiento de la tierra, el rumbo de nuestras vidas…En vez de enfrentarnos a un tigre en la oficina, es posible que nos enfrentemos a un jefe crítico y controlador, con quien no podemos ni luchar ni huir; que nos encontremos metidos en un atasco monumental a la hora de ir al trabajo del que no podemos escapar fácilmente; que estemos en el paro…
Por tales motivos, nuestra primitiva respuesta natural de lucha o huida, la solemos reprimir una y otra vez. Nuestro cuerpo experimenta este hecho como el equivalente a querer dormir con un ojo abierto y el otro cerrado. Cuando consumimos cannabis ocurre algo parecido: por un lado, nos relajamos y por otra parte nos descontrolamos; esto explicaría, ciertamente, los ataques de ansiedad que se producen cuando se consume con reiteración esta sustancia.
Nuestra civilización ha evolucionado en los últimos 200 años provocando una gran fractura entre lo tecnológico y nuestros sistemas perceptivos-reactivos. Es una obviedad que nuestra biología tiene otros ritmos evolutivos mucho más lentos. Por este motivo, muchos investigadores creen que la adaptación evolutiva, que avanza lentamente con el paso de los siglos, no ha sido capaz de seguir el paso de los rápidos cambios tecnológicos. Casi siempre vamos por detrás de dichos cambios, y, por lo tanto, con la ansiedad pisándonos los talones.
¿Sabías que la evitación del miedo lo transforma en pánico?
La ansiedad y el miedo, como tantas otras cosas nuestras, sean emocionales o biológicas, tienen un funcionamiento que no es racional. Se da la paradoja de que cuanto más intentamos evitar algo que sentimos o pensamos, todavía lo pensamos más y lo sentimos más. Si os digo que no penséis en un elefante de color rosa o que no sintáis vuestra oreja derecha, acabaréis sintiendo vuestra oreja derecha e imaginando un elefante de color de rosa.
Es imposible evitar el miedo pues surge de nosotros mismos, de nuestro interior. Como también es imposible soslayar las dificultades que nos traerá la vida. Cada vez que evito algo por miedo me daño y me debilito.
Cuando me avanzo al futuro para defenderme del mismo porque tengo ansiedad, es cuando provoco que me ataque el pánico. En efecto, defenderme del futuro tratando de evitar aquello que me asusta, es propiciarlo con toda seguridad y con más virulencia si cabe. Y también, debo añadir que al evitar aquello que me provoca ansiedad, luego me cuesta afrontarlo el doble. Es por ello que el hecho de tratar de evitarlo lo acaba convirtiendo en pánico y me hiere. Se trata de un daño invisible a los ojos de los demás, pero muy visible para quien padece esta patología tan extendida y tan presente en nuestra sociedad.
Se sabe que las personas más felices son aquellas que encaran (que no evitan) los retos y problemas cotidianos de la existencia. Por lo tanto, dejar de evitar y afrontar el miedo tiene premio: nos fortalece y nos cura las heridas de las batallas frente a la ansiedad y el espanto. De una manera u otra, nos hace expertos en el difícil arte de vivir. Como decía Ralph Waldo Emerson: “Si quieres ser feliz, afronta todos los días un pequeño miedo”.
Mediante el coaching y la Terapia Breve nosotros podemos ayudar a las personas que sufren esta problemática a superarla y resolverla, definitivamente y en tiempo breve.
Las otras 3 trampas restantes, como ya señalé, son:
- La anticipación no ayuda a calmar el miedo y la ansiedad
- La demanda de ayuda y protección
- La búsqueda del control que hace perder el control
Por Miguel Herrador, Coach especialista en trastornos de la ansiedad
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Las trampas mentales del miedo y la ansiedad
¿Qué es el miedo patológico? El miedo normal lo solemos focalizar en un objeto o situación real cuando se trata de una amenaza específica a la que podemos responder. El miedo, por lo tanto, es una forma inmediata y tangible de ansiedad natural. Cuando el miedo es patológico se transforma en ansiedad tóxica: el temor y la preocupación por lo desconocido, lo intangible y difuso. Dicha ansiedad tóxica tiene que ver con el futuro y con la incertidumbre.
Continúa leyendo el artículo de Miguel Herrador, experto en terapia breve estratégica. En este primer post -de una serie de cuatro artículos sobre el miedo– comienza a hablar sobre cuáles son las trampas mentales del miedo y la ansiedad y las soluciones que no funcionan.
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Psicopatologías asociadas a los trastornos de ansiedad y soluciones que no funcionan
Existen diferentes formas de psicopatologías asociadas a los trastornos de la ansiedad:
- desde el miedo a ponerse colorado delante de los demás,
- al miedo a los espacios cerrados,
- el miedo a morir por un ataque cardiaco,
- al miedo a perder el control y hacer alguna locura,
- desde el miedo a conducir,
- a la fobia a las alturas y a los animales,
- desde el trastorno obsesivo compulsivo (TOC)
- al trastorno de estrés postraumático,
- la hipocondría, etc.
Sin embargo, la manera en que se crean dichas psicopatologías es siempre la misma. Quien llega a desarrollar un problema fóbico, ya sea una fobia específica o una fobia compleja, pone en funcionamiento, de manera reiterada, 4 soluciones que además de no funcionar se acaban convirtiendo en trampas mentales (círculos viciosos), donde nos quedamos a menudo atrapados:
- LA ANTICIPACIÓN, que desarrollo en los párrafos siguientes
- LA EVITACIÓN, que explico en una segunda parte de este artículo y puedes leer en el post de Evitar el miedo lo transforma en pánico
- LA DEMANDA DE AYUDA Y PROTECCIÓN, que explico en la tercera parte de este artículo: ¿Cómo ayudar verdaderamente a alguien con ansiedad o miedo?
- Y finalmente, la cuarta solución que no funciona y que explico en la cuarta parte de este artículo es: LA BÚSQUEDA DEL CONTROL QUE HACE PERDER EL CONTROL
Las trampas mentales del miedo y la ansiedad: Primera parte
Una solución que no funciona para calmar el miedo y la ansiedad es la anticipación o “la maldición de la bola de cristal”
«La inseguridad es el resultado de intentar estar seguro…». ALAN WATTS
La máxima que dice que “más vale prevenir que curar” no sirve en absoluto con el miedo. La ansiedad sigue una lógica paradójica según la cual cuanto más evitemos el miedo más lo convertiremos en pánico.
Quienes se anticipan reiteradamente al futuro para defenderse de los males del mismo, pierden el equilibrio y el bienestar que otorga estar en el presente. Estar “aquí y ahora” tiene mucho poder. De hecho, estar en el presente es una de las máximas del
budismo y una de las premisas de la terapia Gestalt.
Quienes hacen esto creen que, si se adelantan a las situaciones que les pueden provocar miedo, podrán defenderse de ellas. Pero lo que acaban viviendo es un infierno, pues al anticiparse comienzan a sufrir en el presente lo que tanto temen en
forma de síntomas neuróticos.
Si somos rigurosos, y a mí me gusta serlo, no hay nada más absurdo que estar sufriendo por algo que no existe como es el futuro. En efecto, el futuro no existe salvo en nuestra imaginación. A nuestro cerebro le cuesta distinguir la fantasía de la
realidad. Sabemos, por ejemplo, que a nuestro cerebro le gusta hacer conjeturas con muy poca información. De hecho, si tuviera que tener todos los datos en aquellas situaciones de peligro real llegaríamos a morir con toda probabilidad.
Igual que existe el sistema inmunitario biológico, para mí también existe el sistema inmunitario psicológico. Éste último solo se puede desarrollar enfrentándonos a todos nuestros miedos, y emociones negativas por igual. Si no somos valientes, si no plantamos cara a aquello que nos provoca miedo y ansiedad, no podremos desplegar con éxito nuestro sistema inmunitario psicológico. Y de ese modo quedaremos a merced del pánico y el dolor. Por este motivo, si nos anticipamos al futuro para defendernos del pánico no estamos afrontando nuestros miedos de ningún modo, sino más bien tratando de esquivarlos.
Por lo tanto, quienes están todo el día escudriñando peligros con su bola de cristal se complican la vida doblemente: por un lado, se engañan creyendo que pueden ver y controlar el futuro; y por otro, se asustan y caen en la trampa que transforma al miedo en un pánico mucho más grande. Por ello, aprender a dejar al futuro tranquilo es de suma utilidad y se me antoja un asunto urgente. Que podamos imaginarlo no significa que exista más allá de nuestra limitada e imperfecta imaginación.
Los filósofos estoicos idearon una estrategia poderosísima para enfrentarse con éxito a los males imaginarios del futuro a la que llamaron “La meditación de todos los males”.
Las otras 3 trampas restantes, como ya señalé, son:
- La evitación del miedo que lo transforma en pánico
- La demanda de ayuda y protección
- La búsqueda del control que hace perder el control
Miguel Herrador
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Claves para un buen liderazgo
Francesc Calahorro, máster en Problem Solving y Coaching Estratégico, desarrolla claves para un buen liderazgo, según el tipo de personas que tienes en tu equipo.
Si deseas obtener más herramientas y recursos sobre coaching de equipos, escríbenos a través de nuestro formulario de contacto (aquí), o reserva una cita informativa gratuita (aquí). Estamos en Barcelona, y ahora también en formato online. ¡Muy cerca tuyo!
Coaching de equipos: ¿Qué tipo de personas tengo en mi equipo?
“Levantamos primero la polvareda y luego nos quejamos de no poder ver.”
Berkeley
En las artes marciales se utiliza la fuerza del adversario para llevarlo a su propia derrota. De la misma manera, cuando hayamos identificado el tipo de resistencia en nuestro equipo, no lucharemos contra ella, sino que la utilizaremos para producir cambios, enfocados al objetivo. De igual modo que identificamos las resistencias, es de vital importancia en los equipos identificarlas motivaciones. De manera que tendremos que tener en cuenta unos factores más: la técnica o el conocimiento sobre la labor a desempeñar y el problema a resolver o el objetivo a alcanzar.
Clasificación sobre los equipos para un buen liderazgo
En coaching estratégico la motivación del equipo tiene que ser vista igual que sus resistencias individualmente, con lo que nos encontraremos cuatro categorías en las que se pueden dividir:
- TÉCNICA Y MOTIVACIÓN: Personas con conocimientos y actitudes técnicas además de motivadas para conseguir los objetivos planteados al equipo y con conocimientos para la resolución de cualquier dificultad.
- TÉCNICA SIN MOTIVACIÓN: Al igual que en el precepto anterior, son personas con los conocimientos técnicos para afrontar cualquier situación o conocimientos para realizar cualquier objetivo, pero carecen completamente de motivación para ello o para ponerse en marcha. Un buen ejemplo de ello es el síndrome del quemado o burnout.
- SIN TÉCNICA, PERO MOTIVADO: Suelen suplir se falta de conocimiento con una gran actitud y motivación. Están siempre dispuestos a todo y son grandes colaboradores. Suelen ser personas muy bien valoradas y apetecibles para selecciones de RRHH donde hoy en día, la falta de experiencia en determinados campos se valora un 20%, y un 80% la actitud. Nadie se iría a la Luna acompañado de un pesimista.
- SIN TECNICA, SIN MOTIVACION: Si además de no tener conocimientos suficientes para llevar a cabo una labor o un objetivo, además no siente ninguna motivación para ello, podéis imaginar que nadie desearía ir a la Luna con esta persona y ni tan siquiera querría ir a la esquina de abajo. Por suerte en los equipos suele haber pocas de personas de este tipo, pero desgraciadamente las hay impuestas o por méritos propios.
Liderar según rango para que el equipo funcione
No es necesario que en un equipo todos sean de la categoría 1; pero lo que si hay que saber es liderar con cada uno de ellos según su rango para que el equipo funcione y obtenga resultados. Un buen líder sabe manejar las resistencias y la motivación que pueda encontrar en cada uno de los miembros de su equipo. Y las debe saber manejar tanto individual como grupalmente.
Por hacer un símil con el futbol: para que un equipo funcione no necesito a 11 Messi; necesito un Pique todo corazón y fuerza, pero poco técnico; a un Iniesta o un Busquets, todo técnica, pero con poca motivación personal, aunque si de grupo y pertenencia; y quizás también en ese equipo necesito tener uno del tipo 4, si algo sale mal tendré a alguien para echarle la culpa.
Francesc Calahorro, coach y terapeuta.
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Etapas del amor en la pareja
Francesc Calahorro, especialista en problemas relacionales y de comunicación, nos habla sobre las etapas del amor en la pareja.
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Los lenguajes del amor en la pareja
“Amar es desear el bien del otro” SANTO TOMAS DE AQUINO
La necesidad de sentirnos amados es una de las principales necesidades de los seres humanos. Estaremos todos de acuerdo en que todos tenemos necesidades emocionales que tenemos que cubrir si queremos tener cierta estabilidad. Entre esas necesidades emocionales ninguna es más básica que la del amor y el afecto, así como la de sentir que tiene un lugar en el mundo, para amar y ser amado. Esta necesidad de amor nos acompaña a lo largo de nuestra vida.
Los seres humanos nos necesitamos los unos a los otros, necesitamos recibir y dar amor. El amor es el vehículo que hace que todo sea posible. No estamos hechos para estar solos. Nuestro celebro posee una parte vital especializada en depender los unos de los otros. A esa parte se la conoce como el celebro de los mamíferos y es en la que se encuentran nuestras emociones primarias. Que seamos sociales y amorosos no lo hemos elegido libremente, sino que lo ha elegido la propia naturaleza.
El enamoramiento en la pareja: la etapa de la euforia
La experiencia del enamoramiento por regla general está llena de euforia.
Cuando nos enamoramos podríamos decir que construimos el mayor de nuestros autoengaños. Es esa fase maniaca donde nos obsesionamos con la persona amada. Nos solemos levantar y acostar pensando en el otro. Cuando nos levantamos esa persona es el primer pensamiento; cuando nos acostamos también, y a veces incluso cuando dormimos, también está en nuestros sueños. Se nos pone cara de tontos cuando nos cogemos de la mano, queremos pasar todo el tiempo que sea posible juntos. Somos incapaces de ver los defectos ajenos y aunque nos los muestren no nos importa. Si pensamos en el futuro, este se nos aparece perfecto y nos imaginamos que estaremos juntos toda la vida. Siempre tendremos los maravillosos sentimientos que tenemos ahora. Nosotros nunca nos aburriremos y nunca dejaremos de amarnos.
La etapa de desilución en la pareja
Pero desgraciadamente al cabo de unos dos años este maravilloso estado de enamoramiento suele convertirse en una desilusión funcional. Todos bajaremos de las nubes y tendremos que poner los pies en el suelo. De repente nuestros ojos se abren y podemos ver los defectos en la otra persona. Sin saber bien cómo, algunos de sus comportamientos nos empiezan a parecer insoportables. Pasamos de estar ciegos a ver demasiado. Las cosas que antes pasábamos por alto, estando enamorados, pueden transformarse en obstáculos insalvables.
¿A dónde fue a parar el enamoramiento? No fue más que una ilusión que ahora se ha convertido en desilusión en la pareja. Pensábamos que podríamos vencer todos los problemas que nos surgieran al paso, pero no fue así. Fallamos al no tener en cuenta la realidad de la naturaleza humana. Cometemos el inmenso error de creer que la otra persona siente lo mismo que nosotros, que nos ama como la amamos y que nunca haría algo que nos lastimara. La euforia de la experiencia del enamoramiento es una pura ilusión. Somos todos egoístas, y ninguno somos altruistas por completo.
Algunas parejas creen que el final de la experiencia del enamoramiento significa que solo tienen dos opciones: resignarse a vivir una relación desdichada y sin amor, o abandonar el barco y buscar una relación nueva. En los tiempos que vivimos se ha optado mayoritariamente por esta segunda opción, mientras que las generaciones anteriores optaron por la primera.
La etapa del amor maduro
Ahora bien, existe una tercera y mejor alternativa. Esta consiste en reconocer que el enamoramiento fue una gran emoción pasajera y que una vez pasado podemos luchar por un amor maduro en la pareja. El amor maduro une razón y emoción. Involucra un acto de voluntad y requiere disciplina. Aquí nuestra necesidad emocional más básica no es enamorarnos, sino ser amados de verdad por el otro, conocer un amor que brota de la razón y la decisión, no del instinto. En esta fase necesitamos que la otra parte nos vea dignos de ser amados.
Esta clase de amor requiere esfuerzo y disciplina. Es la decisión de emplear la energía en un esfuerzo para beneficiar a la otra persona: la satisfacción de haber amado con sinceridad al otro. Una vez que volvemos al mundo real, si decidimos ser bondadosos y generosos, eso es amor verdadero.
Cuando el embalse emocional del amor de tu pareja esté lleno, el amor será mucho más emocionante que todo el apasionamiento que hubiéramos sentido antes.
Para mantener lleno este embalse necesitamos utilizar los lenguajes del amor. Los lenguajes del amor son el combustible que necesita el depósito. Cinco partes que componen el amor maduro y sereno. Son las cinco claves para construir de manera sencilla y sin dificultad un amor sosegado. Son cinco formas estratégicas para cambiarnos y modelarnos sin que encontremos resistencias en ese terreno tan pantanoso como son las relaciones humanas. Cinco caminos para guiarnos y guiar a quien necesitemos ayudar.
“Encontraras, al mirar atrás en la vida, que los momentos que destacan por encima de todos los demás son los momentos en que has hecho cosas movido por un espíritu de amor”. HENRY DRUMMOND
Francesc Calahorro, coach y terapeuta de pareja.
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