La terapia breve estratégica está indicada, en primer lugar, para todos los trastornos psicológicos fuertemente invalidantes, es decir, con una sintomatología acusada y limitante; como los trastornos fóbico-obsesivos, (ansiedad, ataques de pánico, fobias, obsesiones, compulsiones, hipocondrías) los trastornos de la alimentación, (anorexia, bulimia, síndrome de vómito, bing-eating), la depresión, los problemas sexuales, etc.Tambien es muy eficaz, en los problemas de orden relacional (problemas sentimentales o de pareja, dificultad de relación con los colegas del trabajo, problemas de relación padre-hijos), bloqueos (miedos escénicos, hablar en público) o problemas escolares.Según el tipo de problemática presentada, el terapeuta propondrá intervención terapéutica adaptada para afrontar de la manera más eficaz cada caso.
FAQ
Preguntas Frequentes
Sucede muy frecuentemente que cuando una persona que vive un momento crítico no es capaz de definir con claridad su propio problema o se sienta inmerso en un estado de sufrimiento sin los contornos bien delimitados. En estos casos, la primera labor de un terapeuta estratégico es justamente guiar y ayudar a la persona a definir del modo más preciso posible la situación y acordar el objetivo del tratamiento sobre el que trabajar. Una intervención de terapia breve, por lo tanto, está indicada siempre que sea posibleacordar un objetivo sobre el cual trabajar, incluso en ausencia de un problema claramente definido.
Es habitual que, más que un solo y específico problema, la persona se encuentre inmersa en una problemática compleja y con muchas caras, donde problemas de orden diverso se solapan y se agravan. En estos casos, la labor del terapeuta consiste en encontrar, junto al cliente, la prioridad sobre la que focalizar el primer trabajo terapéutico. Una vez hecho esto, utilizando la lógica del “conocer cambiando”, el terapeuta guiara a la persona a afrontar gradualmente todos los otros aspectos de la situación problemática, hasta llegar a conseguir los objetivos acordados al inicio del tratamiento.
La terapia breve trabaja también con las parejas. En general con ambos miembros, aunque también es posible afrontar los problemas de pareja con uno de los miembros. Desde este punto de vista, una persona que piense tener una dificultad de pareja puede dirigirse directamente a un terapeuta estratégico sin necesariamente involucrar al compañero/a en la decisión. Será después el terapeuta, examinando a fondo el tipo de problema y la situación presentada, en valorar si sería preferible, conducir la terapia con uno solo o sería necesario involucrar de algún modo al otro miembro al menos en alguna fase del tratamiento.
Por definición, la terapia breve estratégica, es una intervención psicoterapéutica focalizada y breve, es decir, que no supera las 20 sesiones. Esta forma de intervención debe, por otra parte, producir sustanciales mejoras del problema presentado (sino la total resolución), entre las primeras 10 sesiones. De hecho, si las técnicas terapéuticas están bien escogidas y aplicadas, somos capaces de inducir cambios ya a partir de la primera sesión del tratamiento.
En la primera fase del tratamiento las sesiones de la terapia breve estratégica pueden ser semanales o quincenales, según el tipo de problema presentado y de la exigencia de la persona. Una vez obtenido el desbloqueo del trastorno, es decir, la primera sustancial mejora, las sesiones se distancian en el tiempo para permitir a la persona experimentar los recursos encontrados y la capacidad en la propia vida cotidiana, sin que la sesión cree un fuerte vínculo con la figura del terapeuta. La terapia concluye con varios controles una vez dada el alta: a los 3 meses, a los 6 meses y al año, para verificar el mantenimiento del resultado en el tiempo.
Los resultados de la investigación efectuada sobre los casos que fueron tratados con terapia breve estratégica en los últimos 20 años, han demostrado no sólo una elevada eficacia de la intervención valorada al final del tratamiento, sino sobre todo el mantenimiento de los resultados en el tiempo, como se manifiesta claramente en los controles efectuadas a los 3 meses, 6 y un año desde la finalización de la terapia. Tales controles han evidenciado una mínima presencia de recaídas, y la ausencia de desplazamientos del síntoma incluso después de un año del fin de la terapia.
Muy a menudo las personas que presentan determinado tipo de problemas, por ejemplo, trastornos alimentarios o dificultades de relación, rechazan ver a un especialista o se ponen especialmente resistentes a cualquier tipo de intervención. En este caso la familia, si es guiada adecuadamente, puede ocupar un rol fundamental y determinante en el tratamiento del trastorno. En esta situación el terapeuta estratégico habitualmente realiza un primer encuentro con las personas que valoran que hay un problema y evalúan conjuntamente que cosa se puede hacer para intervenir.
El terapeuta estratégico podrá entonces dar indicaciones sobre cómo hacer venir a la persona en cuestión a la terapia, o quizá dar indicaciones concretas a los familiares sobre cómo comportarse frente a la persona y al trastorno en cuestión, recurriendo así a una forma de terapia indirecta. Después de esta intervención puede suceder que la persona que tiene el problema decida venir a terapia en un segundo momento, en los otros casos la terapia se realiza de manera indirecta, también con excelentes resultados, aunque en general necesita más tiempo.
Muy a menudo las personas que presentan determinado tipo de problemas, por ejemplo, trastornos alimentarios o dificultades de relación, rechazan ver a un especialista o se ponen especialmente resistentes a cualquier tipo de intervención. En este caso la familia, si es guiada adecuadamente, puede ocupar un rol fundamental y determinante en el tratamiento del trastorno. En esta situación el terapeuta estratégico habitualmente realiza un primer encuentro con las personas que valoran que hay un problema y evalúan conjuntamente que cosa se puede hacer para intervenir.
El terapeuta estratégico podrá entonces dar indicaciones sobre cómo hacer venir a la persona en cuestión a la terapia, o quizá dar indicaciones concretas a los familiares sobre cómo comportarse frente a la persona y al trastorno en cuestión, recurriendo así a una forma de terapia indirecta. Después de esta intervención puede suceder que la persona que tiene el problema decida venir a terapia en un segundo momento, en los otros casos la terapia se realiza de manera indirecta, también con excelentes resultados, aunque en general necesita más tiempo.
Existen notables diferencias entre la terapia breve estratégicay una terapia conductual clásica. En primer lugar sobre la epistemología de base: mientras en la base de la terapia breve estratégica existe una epistemología avanzada de tipo constructivista, la terapia conductual se basa en una epistemología que podríamos definir de “realismo monista”, es decir, frente a la asunción de que existe una única realidad “verdadera” y cognoscible, típica del realismo monista, la perspectiva estratégica sostiene que no existe una única realidad verdadera, sino tantas realidades como se puedan inventar. En otras palabras, cada uno de nosotros construye la realidad, que luego sufre o disfruta. Ésta diferencia epistemológica tiene implicaciones notables en el tratamiento. De hecho mientras una terapia conductual está dirigida exclusivamente a modificar el comportamiento (es decir, las reacciones) del individuo respecto a las situaciones vividas como problemáticas, la terapia breve estratégica está orientada a la extinción del trastorno presentado pero, paralelamente, también a la reestructuración de la percepción que el sujeto tiene de sí, de los otros, y del mundo. Este modelo terapéutico, por lo tanto, no se limita a eliminar el síntoma o el comportamiento disfuncional por el cual la persona ha venido a terapia, sino que está dirigida a producir el cambio en la modalidad a través de la cual la persona construye su realidad personal e interpersonal.
Sucede muy a menudo, sobre todo en los casos de trastornos invalidantes y generalizados, que la persona venga a terapia tomando ya fármacos. Esto sucede, por ejemplo, en los trastornos de ansiedad(ansiedad generalizada, ataques de pánico, obsesiones, compulsiones, agorafobia y otras fobias), los trastornos alimentarios, los trastornos depresivos y las presuntas psicosis. En estos casos, es importante que la persona evite suspender o variar la propia terapia farmacológica en la primera parte de la psicoterapia, hasta cuando no se haya producido algún cambio sustancial en la sintomatología presentada. En los estadios más avanzados de la terapia, al contrario, el terapeuta estratégico en colaboración con el especialista que haya prescrito los fármacos, procederá a retirar gradualmente éstos hasta llegar eliminarlos totalmente. Liberar a la persona de la dependencia de los fármacos, de hecho, representa uno de los objetivos principales de la terapia breve estratégica y es un aspecto fundamental para poder declarar el tratamiento concluido eficazmente.
La terapia breve estratégica no presenta ninguna “contraindicación” respecto a la coexistencia de otras intervenciones terapéuticas, ya que representa una modalidad de trabajo original, que no se resiente de interferencias respecto de otros caminos psicoterapéuticos. Por lo tanto, la persona que está siguiendo una psicoterapia de otro tipo o una terapia farmacológica puede acudir a un terapeuta estratégico sin tener que interrumpir el tratamiento actual.
Desde un punto de vista estratégico, llevar a consulta psicológica a un niño puede suponer un “etiquetamiento negativo”, ya sea, “niño con problemas que ha de ir al psicólogo” o bien, se le diagnostique con cualquier etiqueta que le hará sentir “diferente, problemático, malo o anormal”. Esto puede tener consecuencias negativas sobre su desarrollo psicológico. En otro orden de cosas, cuando se tiene que hacer algo con un niño de menos de 12-13 años el elemento más ventajoso para producir un cambio en el niño es sin duda la misma familia, mucho más que la figura externa del terapeuta.
En otros términos, la vía principal para producir cambios rápidos y persistentes en un niño pasa a través del trabajo indirecto con los padres. Éstos conocen mejor que nadie al niño, tienen toda la información necesaria sobre el problema y en general, están directamente ligados a la dinámica del problema. El terapeuta guía a los padres para que sigan unas indicaciones concretas que conducirán a la resolución del problema presentado por el hijo, sin que sea necesario ver al niño en sesión, ni una sola vez.
En general los padres son los primeros en advertir en su hijo/a señales preocupantes que les induzcen a pensar que podría ser útil una psicoterapia, o al menos una consulta psicológica. Pero suele ocurrir que los hijos, sobre todo en la adolescencia o en la primera fase adulta, rechacen la existencia del problema y por lo tanto, la necesidad de consultar a un especialista. Esto sucede muy a menudo en los trastornos de la alimentación (anorexia, bulimia y vomiting), en los cuales la hija niega tener algún tipo de problema con la comida, pero esto puede también suceder con problemas de tipo fóbico-obsesivo, relacionales o depresivos, podríamos incluso considerar en esta categoría todos los casos de dificultad en la escuela o de relación con los padres que, siendo menos alarmantes desde un punto de vista diagnostico, son a menudo causa de sufrimiento e incomodidad en la familia. En todas estas situaciones, el terapeuta estratégico suele hacer un primer encuentro con los padres y valorar con ellos si el problema requiere una intervención psicoterapéutica y si es así, de que tipo. El terapeuta podrá dar indicaciones concretas a los padres sobre cómo comportarse con el hijo/a y el problema en cuestión, recurriendo así a una forma de terapia indirecta, o quizás, dar indicaciones o sugerencias sobre como atraer al hijo a terapia. Sucede a menudo que una intervención “indirecta” (es decir, conducido solo a través de los padres) se transforme en una segunda fase en una intervención “mixta”, es decir, conducida ya sea por los padres ya sea por los hijos, los cuales están más dispuestos a entrar en terapia sobre la base del cambio ya puesto en marcha por los padres.
La terapia breve es una intervención de tipo psicoterapéutico y como tal, no prevé el auxilio de los fármacos. Al contrario, si el paciente llegase con una terapia farmacológica, será la preocupación del terapeuta disminuir, en los últimos estadios de la terapia, la medicación gradualmente hasta la eliminación de éstos. Esto ocurre, generalmente, en todos los casos de trastornos de ansiedad (ansiedad generalizada, ataques de pánico, obsesiones, compulsiones, agorafobia y otras fobias), los trastornos alimentarios, los trastornos depresivos reactivos, que llegan a terapia con prescripción farmacológica. En estos casos, el liberar a la persona de la dependencia a los fármacos representa una de las tareas principales del terapeuta y es un aspecto fundamental para poder declarar la terapia concluida eficazmente.