La adolescencia es una etapa de cambios físicos, emocionales, psicológicos y relacionales, pero no necesariamente ha de ser un periodo de conmoción y problemas. Es más, creer esto puede conllevar a “normalizar” algún comportamiento problemático y enmascarar síntomas de un trastorno, por achacarlo a “cosas de adolescentes”. Por definición, un adolescente no es rebelde, irrespetuoso, irritable, maleducado o agresivo.
Es habitual y saludable que haya un distanciamiento entre los adolescentes y sus padres. El adolescente tiende a cuestionar todo lo que tiene a su alrededor, incluidos sus padres, por lo que ante un problema, la ayuda tiene que ser externa al hogar.