De nuevo la matriz de la dinámica patológica es la búsqueda incesante de seguridad, que lleva aparejada inevitablemente una constante inseguridad. Son raras las situaciones de la vida en las que podamos alcanzar la certeza de haber actuado del mejor modo posible.
El saboteador interior incluso ante el éxito, induce a la persona de todos modos a la insatisfacción mediante la valoración de que se podrían haber hecho las cosas de otra manera, que se podrían haber hecho mejor, o se habría podido actuar antes.
Cuando la interacción disfuncional entre la razón y ella misma se aplica a las elecciones, tiende a ralentizar las decisiones y a volverlas graves, difíciles y dolorosas. Por la tanto, aunque todo vaya bien, se sale del proceso muy cansado, y a veces herido como si hubiéramos estado en un auténtico combate.
A menudo, este trastorno basado en la duda de tener una culpa y estructurado bajo forma de inquisición de los propios actos, pensamientos y deseos, también se puede llegar a confundir con un delirio persecutorio.