Cómo vencer la depresión y la tristeza patológica
En este post Miguel Herrador, terapeuta y coach, nos habla sobre la primera parte de cómo vencer la depresión y la tristeza.
Recuerda que si éste u otro problema te aqueja, puedes iniciar un proceso de terapia con un profesional de nuestro equipo. Escríbenos a través de nuestro formulario de contacto (aquí), o reserva una cita informativa gratuita (aquí). Estamos en Barcelona, y ahora también en formato online. ¡Muy cerca tuyo!
Soy un hombre, y esa es razón suficiente para ser desdichado.”
Menandro, poeta griego siglo IV a C.
La depresión y la tristeza: Una perspectiva histórica
La historia de la depresión es la historia de la humanidad. En efecto, nacemos con la capacidad de sentir dolor emocional sin que lo hayamos decidido. La función del dolor es la de ser empáticos. Sin la capacidad de sentir compasión nuestra especie se habría extinguido hace muchísimo tiempo. A nosotros, como seres humanos, nos duelen la vida y las pérdidas.
Desde luego, la tristeza es algo que aflige a casi todo el mundo de vez en cuando. Sin embargo, la melancolía se convirtió en enfermedad en el siglo V a C. El término fue introducido por Hipócrates, el creador de la medicina moderna, y significaba “bilis negra”. Para él la enfermedad tenía que ver con problemas del hígado.
Con la llegada del cristianismo, unos siglos más tarde, una persona deprimida era tachada de culpable e indigna, pues estar triste era interpretado como traicionar y hacerle un feo a Dios.
En la Edad Media se siguió con el mismo modelo y se consideraba que una persona deprimida era una persona gravemente pecadora. Incluso se recurría a sacerdotes y exorcistas, porque se creía que en los casos graves de melancolía las personas estaban poseídas por los demonios.
En el año 1725 el médico inglés Sir Richard Blackmore introdujo la palabra depresión. Y desde entonces esta acepción ha desbancado por completo al término melancolía.
Hoy en día, si nos fijamos con detenimiento, observaremos que el esquema no ha cambiado mucho. Una persona con tristeza y depresión es juzgada como una persona con poca o ninguna actitud positiva. Vivimos en una especie de tiranía de la alegría donde no podemos estar mal ni tristes. Un buen ejemplo de lo que digo lo podemos observar en que cada vez hay más tanatorios ubicados en las afueras de los núcleos urbanos, no vaya a ser que nos volvamos flojos y deprimidos si tenemos presente que la muerte existe.
¿De qué hablamos cuando hablamos de depresión?
Cuando hablamos de depresión estamos hablando de un síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas más elementales. Es decir, nos referimos a una auténtica caída de nuestro estado de ánimo. Por eso, no es casual que dentro del modelo con que los seres humanos percibimos la realidad, la alegría y el placer siempre estén arriba; mientras que el dolor emocional y el sufrimiento estén siempre abajo. En todas las culturas existe la misma representación: el cielo está arriba y el infierno está en la dirección contraria. Para que haya depresión, las creencias importantes se rompen. Y las personas deprimidas se ven incapaces de reconstruirlas. Padecen la realidad de forma impotente. Se suelen decir a sí mismas: No soy capaz, me rindo, renuncio, soy una víctima.
Para nosotros, desde un punto constructivista y estratégico, la depresión es la ruptura de un equilibrio que nos abate y derriba. Dicho desequilibrio está producido en todos los casos por una desilusión, tanto a nivel personal, con los demás y también con el mundo.
¿Qué es lo más característico de ser niños? La capacidad de soñar despiertos y de ilusionarnos. Por eso cuánto más mayores nos vayamos haciendo, más desilusiones iremos teniendo y más fácil será que nos lleguemos a deprimir. Si nos desilusionamos es porque todos nosotros somos unos ilusos.
¿Qué podemos hacer para vencer la depresión?
Pero, ¿qué podemos hacer para salir de una depresión y vencerla? ¿Tomar fármacos psiquiátricos? ¿O realizar una terapia psicológica que nos devuelva el equilibrio perdido y nos dote de nuevo de ilusiones y creencias funcionales? ¿Atrevernos a vivir el dolor atravesándolo o medicarnos para vivir anestesiados?
Contestando a estas preguntas queremos dejar claro que existen demasiados motivos poderosos, avalados por una gran cantidad de investigaciones solventes, para dudar de que la depresión y la ansiedad sean consecuencias de un desequilibrio químico del cerebro. Roberth Whitaker (2015), en su excelente libro Anatomía de una epidemia, menciona muchas investigaciones que resultan cuando menos muy alarmantes en esta dirección.
Una de las muchas verdades que cuenta R. Whitaker es que algunos estudios recientes indican la posibilidad de que todos los antidepresivos que se recetan actualmente tengan pocos efectos terapéuticos, o ninguno, más allá de su efecto placebo. Por ejemplo, en el año 2002, el National Institute of Mental Health norteamericano financió un estudio sobre la efectividad de la hierba se San Juan o hipérico. De todos es sabido que esta hierba es el antidepresivo natural por excelencia. El objeto de este estudio era saber, de una vez por todas, si la hierba de San Juan tenía propiedades antidepresivas. Para ello la compararon con un antidepresivo de verdad (IRSS) y con un placebo sin sustancia alguna.
El estudio se realizó con un grupo de 320 pacientes que padecían una depresión grave y a los que se le asignó al azar uno de estos tres tratamientos: el hipérico, la sertralina (Zoloft), o un placebo.
Pues bien, ni el Zoloft ni el hipérico obtuvieron buenos resultados. Los pacientes que tomaron el placebo se recuperaron de su depresión en un 32%; mientras que los que tomaron sertralina lo hicieron en un 25%; y en el último lugar, con un 24%, fueron los voluntarios que tomaron el hipérico. El estudio demostró claramente que la hierba de San Juan y el Zoloft no tenían ningún efecto antidepresivo más allá de su efecto placebo.
Este ha sido sin lugar a dudas uno de los mejores estudios que se han hecho jamás sobre los efectos reales de los antidepresivos. No podemos dejar de preguntarnos cómo es posible que estos datos incontestables hayan pasado inadvertidos a la opinión pública. La respuesta está en que las empresas farmacéuticas controlan las revistas científicas a base de poner publicidad en las mismas. Si por algún motivo llegasen a quitar dicha publicidad las revistas acabarían en la ruina y desapareciendo.
- Withaker cuenta en su libro que la toma de antidepresivos conlleva a la cronicidad de la depresión, según muestran todos los indicadores. También relata que cuando se deja la medicación hay demasiadas recaídas. Expresa que cuanto más tiempo se lleve tomando un antidepresivo, mayor será la probabilidad de tener una recaída. Asusta pensar que cada vez se recetan más antidepresivos, incluso a los niños. Y nosotros nos preguntamos qué pasará con ellos cuando sean mayores…
Por todo ello, nosotros creemos en una terapia bien enfocada y respetuosa con las personas deprimidas. Así como también creemos que todos los seres humanos tenemos derecho a estar tristes y a sentir dolor. Desde el enfoque de la terapia breve estratégica podemos decir que tenemos soluciones múltiples para este problema. Son eficaces y eficientes. Y nos comprometemos a explicarlas en la segunda parte de este artículo acerca de la depresión.
Miguel Herrador
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