¿Es posible realmente motivar a nuestros hijos?
Quien no hace un esfuerzo por ayudarse a sí mismo, no tiene derecho a solicitar ayuda a los demás.
Demóstenes
¡Que nadie se asuste! NO. Entonces, ¿qué? Si tus hijos están apáticos, sin ganas, aburridos, si no colaboran para nada en casa, si no muestran ningún interés por los estudios, si no hacen los deberes… ¿No hay que hacer nada? No. Bueno, sí. Una cosa. ¿Cuál? Muy sencillo: dejar de hacer tanto. Como no se explique… Lo intentaré.
La motivación en los hijos: ¿Es posible?, ¿Cómo?
Llevamos ya unos cuantos años de tontería institucionalizada: se nos quiere convencer que el objetivo número uno de la escuela y de las familias es procurar tener a nuestros retoños motivados. ¿Y eso es malo? ¿Quién no desea contribuir a construir hijos motivados? Posiblemente, nadie. ¿Entonces, por qué hablar de tontería institucionalizada? Pues, por pensar que la motivación es una fuerza que haya que aplicar desde fuera. Y por más cosas.
Los dos mitos acerca de la motivación
Sobre todo, por dos mitos acerca de la motivación que se continúan proyectando en nuestra sociedad:
- El primer mito sobre la motivación es creer que la vida y el vivir es una cosa fácil. Que los distintos fines y objetivos se consiguen de una manera fácil, alegre, divertida y sin esfuerzo. En plan Tele 5, vamos.
- El segundo mito sobre la motivación está basado en la idea de que hay que procurar facilitar al máximo las cosas a nuestros hijos y/o alumnos. De esta manera conseguiremos que se animen, se motiven y se entusiasmen. Pues no es verdad. Lo siento. La realidad, siempre tan tozuda, cada día nos lo desmiente. Porque, nos guste o no, todo cuesta, todo lo realmente valioso exige un esfuerzo. Sí, un esfuerzo.
Pero, ¿cuál es el auténtico motor del esfuerzo y la motivación?
El auténtico motor del esfuerzo es el deseo. Ni más ni menos. Y todo deseo nace o se activa de algo que nos falta. Y yo me pregunto: ¿permitimos que les falte algo a nuestros hijos? Sinceramente, creo que no. No solamente no lo permitimos, sino que, encima, les fabricamos los deseos: les procuramos y concedemos cosas que ni tan sólo habían deseado. Nos anticipamos a sus deseos y con ello, les castramos su capacidad de desear y de movilizarse para conseguirlo. Nos guste o no, matamos la gallina de los huevos de oro.
Luego, claro, al verlos tan apoltronados, tan acomodados, tan apáticos, empezamos con los inútiles sermones sobre la importancia del esfuerzo y sobre el sacrosanto día de mañana. Eso del día de mañana, me hace especial gracia porque, para ellos, es como una galaxia lejana y desconocida: una especie de objeto no identificado.
Ya sé que, en lo que se refiere a nuestros hijos, todo lo hacemos con la mejor de las intenciones y que hacemos lo que podemos o sabemos, y que no somos perfectos. Lo sé. Pero, ¿sería mucho pedir que no fuéramos tan contradictorios? ¿Por qué hablamos y hablamos tanto del esfuerzo y no les facilitamos las condiciones para que puedan experimentarlo? ¿Somos conscientes que sólo serán capaces de valorarlo si lo pueden vivir, si lo pueden sentir?
¿Cómo motivar a los hijos, entonces?
Los niños aprenden a conocer el mundo y a conocerse ellos mismos, a ser conscientes de sus capacidades y recursos, interactuando, actuando y superando obstáculos.
El filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson aconsejaba a los padres que querían hijos activos y enganchados a la vida que, cada día, les procurasen, les planearan, les facilitaran un pequeño obstáculo, una pequeña dificultad, un pequeño desafío a superar. Estaba convencido que actuando así es como realmente les ayudamos a construir un motor interno, el único capaz de hacer innecesario los desesperados y poco eficaces intentos de los padres y maestros: todo el santo día empujando y empujando, remolcándolos desde fuera. Todo el día intentando moverlos, intentando motivarlos.
Acabo. Si queremos hijos autónomos, responsables y motivados, por favor, no los continuemos sustituyendo ni les solucionemos todo aquello que, por su edad, pueden hacer perfectamente. Limitémonos a facilitarles las herramientas y las condiciones que les obliguen a enfrentarse y a ir superando pequeñas y accesibles dificultades. Actuando así, posibilitamos la gestación gradual de la automotivación o motivación interna. La única valiosa, la única que realmente funciona. ¡Ah!, y eso sí, no nos olvidemos nunca de aliñar todos estos ingredientes con una buena dosis de amor. Por nuestros hijos y por la vida.
CTBSB
Leer másEmpatía y motivación
Francesc Calahorro, especialista en problemas relacionales y en coaching estratégico, nos habla sobre la empatía como base de la motivación.
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El amor y el aprecio como base de la motivación
Muchos son los artículos, blogs e incluso libros que podemos encontrar y leer sobre la motivación, hay tantas recetas sobre la motivación como características de ella, y es que cada persona es un mundo, así pues, lo que sirve para una persona no es válido para otra, cada uno tiene sus “motiv-os” para la “acción”.
Creo que la motivación, la productividad, la predisposición, la proactividad proviene de un estado emocional, ese estado emocional es generado en cada uno de nosotros por el aprecio.
¿Te sientes apreciado por las personas con quien trabajas o convives? Si es así, entonces probablemente te gustara ir a trabajar cada día, y estarás implicado en él y con tus compañeros. Sin embargo, si no te sientes apreciado, en ese caso puede que tu trabajo sea solamente una forma de lograr que siempre haya comida en la mesa.
Todos nosotros esperamos que nos paguen por el trabajo que hacemos. Todos queremos ganar más, el empleado, el jefe, el directivo, el CEO y como no el empresario. Pero el principal motivo de satisfacción laboral no es la remuneración, sino el hecho que la persona se sienta (o no) apreciada y valorada por el trabajo que hace.
De acuerdo con investigaciones realizadas por el Departamento de Trabajo, el 64% de los empleados que renuncia a su empleo lo hace porque no se siente apreciado. Esto se aplica a empleados de cualquier jerarquía, desde los directivos hasta la persona de la limpieza. El ser humano necesita ser apreciado, y cuando esa necesidad se encuentra insatisfecha, disminuye la satisfacción tanto laboral como personal.
Cuando los integrantes de un grupo se dan muestras generosas de aprecio, el conjunto se fortalece y crecen sustancialmente las posibilidades de formar un equipo ganador. El aprecio tiene la virtud de sacar a relucir las mejores cualidades de una persona. Motiva a todos a hacer más, a esforzarse más, a contribuir más, a sentirse capaces de más y más satisfechos con la función que desempeñan. Si todos los componentes de un grupo se estiman entre sí, se respetan, la productividad y el optimismo se multiplican.
Por lo tanto, te conviene preocuparte de expresar agradecimiento y aprecio a las personas con las que trabajas. Te sentirás más feliz, pues son manifestaciones de amor; y de un modo u otro el amor siempre tiende a ser correspondido. También serán más felices los destinatarios de esas muestras de aprecio, pues sentirán que la vida les sonríe. Además, cuando todos se valoran unos a otros, el ambiente se torna más positivo y agradable, todos trabajan mejor y se hacen mayores progresos.
Pensar bien unos de otros es positivo, es un buen punto de partida; pero si no expresamos esos pensamientos, sino nos molestamos en verbalizarlos, a los demás no les sirven de nada. No podemos esperar que nuestros compañeros de trabajo nos lean los pensamientos. Es preciso traducirlos en palabras y actos.
Pero cuidado, la realidad es que lo que hace que una persona se sienta apreciada no hace que la otra lo sienta, incluso en las empresas donde se considera importante el reconocimiento, los esfuerzos por expresar aprecio suelen ser ineficaces. El aprecio tiene su propio lenguaje, junto con una fundamental comunicación eficaz.
Cada uno de nosotros quiere saber que lo que hace tiene importancia, pero con dar o recibir solo un “gracias”, no funciona, el lenguaje de la motivación va más allá.
Francesc Calahorro, coach y terapeuta.
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