La paradoja de la autoexigencia y la necesidad de control
La autoexigencia y la necesidad de control: ¿cómo tratarlas? Lee el artículo del Miguel Herrador.
«Lo perfecto es enemigo de lo bueno».
VOLTAIRE
Dejar de abusar de la voluntad: Exigirse o no exigirse.
En nuestra sociedad esforzarnos o exigirnos es como un valor añadido. Nos enseñan desde pequeños que hay que hacer frente a los problemas con mucho empeño, y que hay que seguir intentándolo, una y otra vez, con más ahínco todavía, cuando no encontremos la solución.
Ser obstinado y voluntarioso, aparte de indicar que se puede ser oriundo de Aragón, es tenido en cuenta como una virtud. Pero todos sabemos lo que pasa cuando nos exigimos tener una memoria perfecta a la hora de hacer crucigramas difíciles: la palabra que buscamos se esfuma de nuestra memoria como por arte de magia. Y si seguimos insistiendo, nuestra memoria se bloquea, para volver a la espontaneidad inmediatamente después de dejar de esforzarnos… Esto también nos ocurre cuando hacemos exámenes…
La paradoja de la autoexigencia
Cuando nos esforzamos y nos exigimos ser espontáneos caemos en la paradoja de no poder serlo. El sueño, la memoria, las prestaciones sexuales, el control de las emociones básicas (ira, miedo, placer y dolor), sentirnos enamorados, el equilibrio, etc., son buenos ejemplos de lo que quiero deciros. Son funciones espontáneas de nuestro organismo que ya funcionan muy bien por sí solas, a las que no les sienta bien los intentos que hacemos por controlarlas mediante el esfuerzo y la voluntad.
Muchos de nosotros nos esforzamos en aplicar la misma solución del esfuerzo y de la auto-exigencia más feroz para casi todo sin darnos cuenta, como si estuviéramos en posesión de una herramienta con carácter universal.
Muchos otros, nos empeñamos en ponernos a prueba para confirmar que somos capaces. El resultado: se incrementa la necesidad de confirmación, y el consecuente aumento de las dudas y de nuestra inseguridad personal, a veces, hasta límites insospechados.
En otras ocasiones, nos obligamos a controlar las propias emociones y la propia impulsividad. De esta manera es cómo construimos nuestra incapacidad para manejar nuestras percepciones y reacciones emotivas.
Llegados a este punto, quiero mostraros que quien logra frenar sus impulsos, la mayoría de las veces, desencadena un trastorno obsesivo basado en la necesidad de control: el círculo vicioso del control que hace perder el control. Dicha necesidad, al final se convierte en una compulsión.
En nuestra sociedad, bajo mi punto de vista, se abusa de conceptos como «la voluntad» y «tener carácter». Si conocéis a alguien que se esfuerza y es voluntarioso, que se obliga mucho, entonces es más que probable que tengáis antes vosotros a alguien con una personalidad bastante obsesiva.
¿Cómo tratar la autoexigencia?
La razón obstinada, cuando abusamos de ella, suele ser la responsable de que no podamos ser espontáneos cuando lo deseamos. En efecto, si queremos ser espontáneos ya no podemos serlo.
El antídoto para resolver este problema consiste en esforzarnos en no esforzarnos. O si se prefiere, exigirnos no exigirnos. Se trata, en ambos casos, de una estrategia paradójica que al ponerla en marcha cortocircuita nuestra razón patológica y nos devuelve instantáneamente a la espontaneidad.
Leer más¿Por qué cuesta tanto decir No?
Hay personas que creen que no saben decir no…
A menudo escucho, “es que no se decir No..”, “Me cuesta mucho decir NO.”
Sin embargo, todos sabemos decir NO. Si nos piden que vayamos a hacer la compra en ropa interior, es casi seguro que diremos No, si nos piden que donemos todos nuestros ahorros para que el hijo del vecino se compre un coche, diremos NO.
Entonces: ¿Por qué nos cuesta tanto decir no, si todos sabemos decirlo?
El adverbio de negación no es el problema. La razón por la cual nos cuesta tanto decir no, es la implicación emocional que tenemos.
Veamos algunos ejemplos de cómo tememos decir que no en lo personal y en lo laboral, y por qué es tan importante aprender a gestionar el miedo a las consecuencias de decir que no.
A nivel personal, tememos decir que no y herir al otro
A nivel personal, lo que tememos es herir al otro, o las consecuencias de decir que no. Por ejemplo, creemos que “si no lo hago soy un mal amigo”, “soy un egoísta si no le ayudo”.
Estos pensamientos suelen ser exagerados. Decir que NO, no te hace mala persona. No se trata de estar por encima, pero tampoco por debajo, es una cuestión de equilibrio.
A nivel laboral, tememos decir que no, y no estar a la altura o perder el trabajo.
A nivel laboral el temor de decir que no suele estar causado por el miedo a no estar a la altura, o el miedo a perder el trabajo. A veces nos hacemos responsables de tareas que no tienen por qué depender de nosotros, o cogemos más faena de la que podemos absorber en nuestra jornada laboral, sobreimplicándonos.
Hemos de valorar y poner límites para no cargar con tareas que puede o debe hacer otra persona o que no tengamos tiempo para hacer.
En realidad, lo que hacemos es temer que nos juzguen los demás poniendo por delante las necesidades de otras personas a las nuestras y esto nos lleva a sentirnos mal con nosotros mismos.
Aprender a decir que no, junto con un psicólogo en terapia
Lo que hacemos en consulta de terapia es enseñar a decir No de una manera asertiva y empática, sin herir los sentimientos del otro, pero valorando los nuestros. El llevar a la práctica este lenguaje no es nada fácil por lo que decía al principio, por la implicación emocional que lleva el NO.
Con una buena estrategia podremos empezar a cambiar nuestra creencia limitante y convertirla en una creencia potenciadora. Y empezar a decir Si desde la libertad de poder decir No.
CTBSB
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