
Qué es la autoestima
En este post hablamos sobre qué es la autoestima, y la fuerza de las creencias limitantes y las creencias potenciadoras. Finalmente compartimos cuatro sugerencias para aumentar nuestra autoestima.
A menudo llegan a nuestra consulta de terapia breve personas que se sienten tristes, desmotivadas, apáticas… Ellos/as mismos se auto diagnostican con una baja autoestima y desearían sentirse bien.
Pero, en realidad, ¿qué es la autoestima?
Para mí la mejor definición de autoestima es la que nos da el sentido etimológico de la palabra:
- AUTO que viene del griego “autos” = por sí mismo
- y ESTIMA que procede del latín “a estimarse” = evaluar, tasar, valorar.
Por lo tanto: para mí, la autoestima es la manera de valorarnos, evaluarnos, tasarnos a nosotros mismos. Creo que la autoestima es una dificultad, que, si no se trabaja correctamente, se convierte en un problema. Nunca ha venido nadie y me ha comentado que tenía la autoestima alta y eso le generara mal estar.
La autoestima y las creencias limitantes: un cuento hindú
La autoestima, está directamente relacionada con nuestras creencias, y cuando la tenemos baja, está directamente relacionada con las creencias limitantes. No hemos de olvidar que todos tenemos creencias limitantes, pero también tenemos creencias potenciadoras.
Para ilustrar que son las creencias limitantes y cómo nacen me gusta explicar este cuento hindú: “Cuando era pequeña fui al circo y vi un gigantesco elefante atado a una pequeña estaca con una cuerda. El elefante estaba sentado, quieto. Me pregunté por qué el elefante era tan obediente y no tiraba de la cuerda para liberarse de la pequeña estaca. Con su enorme fuerza, habría sido tremendamente fácil. Entonces me contaron esta historia: ataron el elefante a la estaca cuando era muy pequeño, de apenas unos meses de edad. Como era de esperar, al pequeño elefante eso no le gustó y trató de escapar, pero, por más que lo intentaba, no podía: la cuerda y la estaca eran muy resistentes para él. La cuerda estaba muy bien atada y la estaca bien clavada y, por más que se esforzaba, no podía liberarse. Así que, un día, el elefante se rindió y decidió dejar de seguir intentando escapar. Y al crecer, seguía creyendo que no podía escapar de la cuerda y por eso se mantenía cautivo, a pesar de que podría escapar fácilmente.”
Desde bien pequeños, a lo largo de nuestra vida, cuando somos fácilmente influenciables, las ideas se graban automáticamente en nuestra mente, sin cuestionarnos nada.
Si nosotros pensamos que no somos capaces, que no lo conseguiremos (estamos en negativo) ya nos predisponemos al fracaso (ya lo sabía yo, era imposible, estas cosas a mí no me pasan, ya me lo decían…) Pero si pensamos que es posible, y actuamos como si fuera posible, trabajando en positivo nos predisponemos a que sea posible, y seguro que los resultados serán diferentes.
Qué es la autoestima: La fuerza de las creencias potenciadoras
No olvidemos las CREENCIAS POTENCIADORAS, estas creencias nos ayudan a cumplir, nuestras metas a superar nuestros miedos a salir de una mala situación. También están dentro de nuestro subconsciente y tampoco nos las cuestionamos. Por ejemplo: si creemos que somos agradables, actuaremos como tal, nos mostraremos abiertos, sociables, disfrutaremos de la compañía delos demás. Si pensamos que el camino es duro, difícil, pero con trabajo y perseverancia lo vamos a conseguir, actuaremos como tal.
La profecía autocumplida, el “ya lo sabía yo” puede actuar en negativo o en positivo. No lo olvidemos.
¿Cómo podemos aumentar nuestra autoestima?
Para aumentar nuestra autoestima podemos empezar siguiendo las siguientes 4 sugerencias:
- Reduciendo las creencias limitantes y aumentando las potenciadores.
- Afrontando cada día pequeños retos.
- Enfrentándonos a nuestros miedos.
- Desarrollando más todavía las creencias positivas.
CTBSB
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La fuerza de las creencias
La fe y la duda se corresponden una con la otra, son complementarias. Si no se pone en duda nunca nada, tampoco se cree de verdad.
Hermann Hesse
El gran Epicteto, filósofo estoico de la época romana, sentenciaba de una manera muy sabia: no son las cosas las que nos alteran, sino nuestra percepción de las cosas.
Con esta afirmación pretendía que tomáramos conciencia de la diferencia que hay entre el mundo de los hechos y el mundo de las valoraciones, de las interpretaciones, de los puntos de vista sobre los hechos.
Teniendo esto presente sabremos dónde podemos y tenemos que hacer palanca cuando surge un problema o dificultad en nuestras vidas.
¿Qué aspectos de la realidad dependen de nosotros?
Epicteto, como buen estoico, nos enseña a saber distinguir qué aspectos de la realidad dependen de nosotros y cuáles no. Que tenga un accidente y me fracture una pierna, no depende de mí –a no ser que me comporte de una manera temeraria-, pero la actitud que adopte, la reacción que tenga ante este hecho fortuito, sí que depende totalmente de mí. Aquí sí que tengo todo el poder. El poder de amargarme y estar rabioso por el accidente, o el poder de aprovechar este molesto imprevisto para dedicarme a cosas para las cuales nunca sabia encontrar el momento: leer, escuchar música, ver una serie de películas, estar más con mis hijos…
Es decir, nos lo jugamos casi todo no en lo que nos pasa, sino en la percepción, la interpretación de aquello que nos ha pasado, nuestro filtro o creencias.
Entre tu y tu percepción, están tus creencias…
Ahora bien, ¿de qué depende básicamente que tenga una u otra percepción? Pues resulta que, entre yo y mi percepción de la realidad, hay un filtro que la mayoría de las veces funciona de manera automática, inconsciente. ¿Cuál? Nuestras creencias.
Si en el caso del accidente, yo tengo la creencia de que, si actúo con prudencia, si vigilo, si estoy atento y no me expongo innecesariamente a ningún peligro, a mí no me pasará nunca nada. Y eso, además, lo creo de una manera absoluta y radical, ¿cómo creéis que me sentiré después de romperme accidentalmente la pierna? Ya os lo digo yo: fatal. ¿Y qué percepción tendré del suceso? La percepción de una auténtica catástrofe, de algo terrorífico, de haber padecido un auténtico tsunami vital.
Pero… ¿qué con las creencias?
Las creencias son como una segunda piel que se han ido integrando en nuestra mente fruto del entorno familiar en que hemos vivido, de cómo nos han educado, de las cosas que nos han pasado, de las experiencias vividas y de cómo las hemos vivido… Y es que, al final, queramos o no, conscientes o inconscientes, todos tenemos unas determinadas creencias sobre cómo somos nosotros, sobre cómo son o deberían los otros, y sobre cómo es o debería ser el mundo y la vida en general.
Está claro que algunas de estas creencias nos ayudan a encontrar constancias, regularidades, puntos donde anclarnos y poder transitar guiados con una especie de brújula que marca el norte de nuestra vida, desafiando así el fondo siempre incierto, misterioso y enigmático de la existencia.
¿Y qué hay de las creencias limitantes?
El problema se produce cuando nos dejamos guiar por creencias que no nos ayudan a vivir, que son o se han convertido en disfuncionales: la mayoría de las veces porque se han transformado en patrones rígidos, absolutos e inmodificables. Sería, pues, conveniente estar atentos y vigilar cuándo algunas de nuestras creencias que, no nos engañemos, las vivimos como auténticos actos de fe, nos ayudan y cuando nos impiden avanzar y progresar en nuestra vida.
Claro que, la mayoría de las veces, no resulta tan sencillo, porque están tan integradas en nuestra experiencia cotidiana que, ni somos conscientes de hasta qué punto nos condicionan, ni es tan fácil cambiarlas a fuerza de voluntad.
Así las cosas, muy a menudo necesitamos de la presencia de alguna rotura, crisis o fractura vital contundente para que seamos capaces de modificar alguna de nuestras creencias. ¿Qué triste que sea así, no? Quizás. No lo sé. Sólo sé que los humanos somos bastante así: sólo aprendemos de nuestros errores.
CTBSB
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¿Es siempre positivo pensar en positivo?
No hay esperanza sin temor, ni temor sin esperanza
Spinoza, Ética, Libro III
Los animales lo tienen más fácil para vivir: les guía el instinto. Nosotros, los humanos, necesitamos re-presentarnos la realidad. Necesitamos poner distancia, reflexionar. Y lo hacemos a través de una serie de creencias, de valores, de actitudes que hemos ido incorporando a nuestra vida a lo largo de los años.
Todo ello hace posible la construcción de una determinada mirada sobre la realidad. O dicho de otro modo, todos nos enfrentamos a una realidad que previamente hemos tenido que re-presentarnos, que construir. Todos, pues, nos posicionamos ante la realidad, actuamos y nos comportamos, como si fuera de una determinada manera. No nos enfrentamos directamente con la realidad, sino que lo hacemos a través de unas mediaciones, de unas gafas, a través de unos filtros, de unos determinados autoengaños, que en ocasiones pueden ser creencias limitantes.
Visto así, el autoengaño, no es algo negativo, sino que es sencillamente inevitable, forma parte de la condición humana. Y en consecuencia, lo más operativo sería determinar cuáles de nuestros autoengaños son funcionales y nos ayudan a vivir, y cuáles no. Tarea no muy fácil, porque la mayoría de nuestros autoengaños, de nuestras visiones o miradas sobre la realidad, los hemos ido adquiriendo de una manera inconsciente, sin darnos cuenta de ello.
No son pues ni deliberados ni conscientes, pero los vivimos como si fueran visiones absolutamente reales y objetivas, los vivimos como la Verdad. Y justamente por eso tienen tanta fuerza y nos guían tanto en nuestra vida.
¿Qué pasa, sin embargo, cuando desde alguno de los innumerables libros de autoayuda o a través del gurú mediático de turno, y de una manera machacona, nos quieren convencer, como si de una religión de obligado cumplimiento se tratara, que, si nos esforzamos en pensar en positivo, podemos tener esperanzas de que acabaremos consiguiendo lo que nos proponemos (si quieres, puedes) y que la vida, obediente y sumisa, nos regalará los frutos sabrosos de la felicidad y el bienestar? ¿Qué pasa cuando nos quieren inyectar el autoengaño de piensa en positivo?
Procurar pensar en positivo implica, justamente, que nos hemos de esforzar, que tenemos que poner conciencia y voluntariedad.
Y este es el problema: el autoengaño consciente de pensar en positivo suele provocar el efecto contrario. Sí, el efecto paradoja.
Cuando un autoengaño se hace consciente, se desactiva, pierde todo el poder y provoca, a menudo, el efecto contrario. Si voluntariamente me mentalizo y sobretodo espero que todo irá bien, tengo muchos, muchos números de decepcionarme, de desilusionarme, y como resultado de ello, caer en un estado depresivo, a veces de renuncia parcial o total.
¿Y qué hay del efecto placebo?
Porque, ¿vosotros creéis, por ejemplo, que el famoso efecto placebo tendría algún efecto si fuéramos conscientes o lo buscáramos de forma voluntaria? Imaginaos que nos dijéramos:
Esto que me han dado y que me voy a tomar es sólo un placebo, lo sé, una simple pastillita de harina con sacarina, pero como me han dicho y quiero y estoy convencido de que me hará el mismo efecto que un medicamento real, me lo hará.
Y justamente por eso todos los terapeutas de nuestro centro, a sabiendas del efecto paradoja lo usamos y lo trabajamos con mucho cuidado y de manera estratégica. Porque sabemos que con el miedo, el dolor, la tristeza y la rabia no se puede realizar un trabajo eficaz y eficiente en positivo, con una filosofía y psicología positivas. La mayoría de nuestros clientes vienen porque todos sus intentos (los suyos y los de sus familiares y amigos) de positivizar sus dificultades, a efectos prácticos, no han resultado muy positivos que digamos.
Decir a una persona deprimida que se anime, que se alegre, o a una persona con miedos o con mucha rabia acumulada que sea positiva, y que procure no tenerlos, no es solamente ineficaz, sino que en la mayoría de casos alimenta y cronifica el problema.
¿Cómo generar, entonces, confianza y optimismo en el futuro?
Y es que, seamos claros, lo que realmente genera confianza – y optimismo- en nuestras capacidades y en nuestros recursos no es pensar que todo irá bien, sino los resultados positivos que hemos obtenido cuando hemos sido capaces de enfrentarnos con los hechos, con la vida. Eso sí, la mayoría de las veces, sin esperar demasiado. Sin ser tan optimistas.
Me parece que más que el pensar en positivo, nos ayudaría más tener muy claro que toda cuota de felicidad realmente saludable -y perdurable- pasa siempre y de manera ineludible por ser capaces, antes de nada, de aceptar la vida tal como es. Saber discriminar, como hacían los estoicos, qué cosas dependen de nosotros y cuáles no. Y ante cualquier situación, aceptar lo que no se puede cambiar y, a continuación, arremangarnos y ponernos a trabajar en aquellos aspectos y dimensiones que sí se pueden y deben ser mejoradas por nosotros. Y eso no es ni optimismo ni pesimismo. Es la felicidad desde un cierto grado de lucidez. La única que, si os soy sincero, cuando de vez en cuando se digna visitarme, realmente me llena, me satisface y me hace sentir bien. Feliz.
El gran Séneca y los estoicos en general aconsejaban, para no sufrir, eliminar del todo la esperanza. La verdad, no creo que esto sea posible. Porque la esperanza es una de las manifestaciones del deseo. Y el ser humano es un ser que desea. Desea tanto que, en realidad, lo que desea es tener deseos. Ahora bien, tal vez, como recomienda Comte-Sponville, sí sería posible y valdría la pena, procurar no esperar tanto y actuar y amar más. Amén.
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La autoestima baja y el miedo a no estar a la altura
En este post Miguel Herrador, terapeuta y coach, nos habla sobre qué es la autoestima y cómo se manifiesta la baja autoestima y el miedo a no estar a la altura.
Recuerda que si éste u otro problema te aqueja, puedes iniciar un proceso de terapia con un profesional de nuestro equipo. Escríbenos a través de nuestro formulario de contacto (aquí), o reserva una cita informativa gratuita (aquí). Estamos en Barcelona, y ahora también en formato online. ¡Muy cerca tuyo!
Una frase sobre la autoestima dice así:
“Sé tu mejor amigo, nunca te sentirás solo ni te defraudarás”.
SÉNECA
Cuando tenemos la autoestima baja y nuestro juez interior se convierte en el peor de nuestros enemigos.
Todos los seres humanos disponemos de un juez interior que nos guía y tutela para que tengamos una vida orientada hacia el bienestar y la felicidad. Sin embargo, cuando tenemos la autoestima baja ese juez desempeña mal su trabajo, cosa que ocurre más de lo deseable, deja de ser un buen tutor y se convierte en el peor de nuestros enemigos.
Cuando sucede esto, el juez que todos llevamos dentro nos recuerda, una y otra vez, que por mucho que nos esforcemos nunca será suficiente, creándonos una impresión distorsionada y baja de nuestra propia autoestima.
Las personas con problemas de autoestima y la influencia de las redes sociales
Los problemas de autoestima tienen múltiples manifestaciones. Sin embargo, por su actual relevancia, en este apartado dedicaré unas palabras a la influencia de las redes sociales.
Las redes sociales están creando una nueva realidad a la hora de relacionarnos con nosotros mismos, los demás y el mundo, es decir, están estrechamente relacionadas con la construcción de la autoestima. Y, aunque es verdad que dichas redes han supuesto un notable avance en nuestra manera de comunicarnos y también al progreso, también es cierto que han propiciado nuevos modelos sociales que si no los manejamos con cuidado, pueden llegar a crearnos auténticos problemas de autoestima.
Las redes sociales han ido configurando la necesidad neurótica de tener que estar constantemente en el escaparate y, como consecuencia, nos han creado un temor muy grande a ser juzgados e incidir en nuestra autoestima o autoimagen. Curiosamente, las personas que sufren de baja autoestima y del miedo a no estar a la altura son siempre personas muy capaces e inteligentes. Se trata de personas que padecen de una serie de miedos a exponerse ante los demás, a la impopularidad, miedo al conflicto, miedo al rechazo, miedo a la inadecuación y al fracaso.
Esta sensación de no estar a la altura o de tener baja autoestima puede afectar a todos los ámbitos de la vida. Puede referirse a características estéticas o a las capacidades, a la simpatía, a la inteligencia, a la cultura, en un miedo generalizado que lleva a la persona que lo padece a sentirse siempre “menos que los demás” sin importar el ámbito o la circunstancia.
¿Qué es la autoestima?
La palabra autoestima hace referencia a la apreciación que tenemos de nosotros mismos. Los seres humanos podemos sentirnos con la autoestima baja o alta, por eso nos infravaloramos o supervaloramos. Puede ser una valoración neutra, por encima y por debajo, según la consideración que cada uno haga. Pero sobre todo la autoestima es un punto de vista que está sujeto a las valoraciones de los demás y de nosotros mismos.
En este sentido, nociones como sentirnos inadecuados o no estar a la altura necesitan que estemos en sociedad o en compañía. Para que esta sensación de autoestima se pueda crear tenemos que compararnos con los demás. Es decir, tenemos que relacionarnos para vernos reflejados en los demás. Al respecto, no es casual que para muchos estudiosos del comportamiento humano, compararnos sea la forma de aprendizaje más antigua y natural que existe. De hecho, en la naturaleza la imitación es la forma más importante de aprendizaje.
Terapia para trabajar la autoestima
La buena noticia es que la autoestima y el miedo a no estar a la altura son puntos de vista subjetivos en lugar de realidades inamovibles y, por lo tanto, siempre se pueden cambiar. Nuestro terapia para trabajar la autoestima consiste en ayudaros a que viváis sin miedo teniendo un sano aprecio por vosotros mismos.
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