Elegir dudar de las dudas
¿Cómo romper el círculo vicioso de la búsqueda de certezas? ¡Lee este artículo de Miguel Herrador, terapeuta y coach!
«Si me contradigo, me contradigo, contengo multitudes». WALT WHITMAN
«Las dudas con dudas también se curan». MIGUEL HERRADOR
El constructivismo no está interesado en descubrir la verdad que subyace dentro de nosotros y en las cosas del universo. Por el contrario, el constructivismo, como corriente filosófica intenta sistemáticamente llevarnos a aumentar nuestra conciencia operativa. Dicho con otras palabras: el constructivismo no se interesa en «por qué» sino en «el cómo».
Cabe recordar que hace miles de años, en la antigua China, se hablaba de «verdades de esencia» y de «verdades de error». La esencia sólo la encontraremos en la trascendencia, en el más allá, fuera de este mundo.
Y ya que no podemos alcanzar una verdad definitiva (o de esencia), las verdades de error nos pueden servir, en gran medida, para perfeccionar nuestra capacidad de gestionar la realidad. Las verdades de error y las dudas tienen mucho en común; es más, para mí son una misma cosa.
El síndrome de la certeza
La historia de la humanidad está llena de situaciones en las que se puede apreciar que «la verdad» va cambiando en el tiempo. Vamos, que lo que hoy es ampliamente aceptado como verdad inamovible, mañana puede ser que no lo sea. Un buen ejemplo es el siguiente: la tierra, en contra de lo que se creía, no es el centro del universo…
Existe un síndrome obsesivo llamado «síndrome de la certeza» que aparece siempre que intentamos desvelarla incertidumbre, esa cosa abstracta imposible de descifrar, que es inherente al hecho de estar vivos. Ejemplos de este síndrome pueden ser: tener que elegir entre varias carreras en la universidad, cómo saber al cien por cien si se está enamorado, decidir entre ser padre y no serlo, elegir cambiar de trabajo, escoger entre dos personas a las que se ama, etc. Como veis la lista puede ser infinita.
Sin embargo, si elegimos no escoger o no decidir, estamos rompiendo el círculo vicioso de buscar certezas que nos tranquilicen. Se hace necesario por ello, atrevernos a vivir en la incertidumbre y en el no saber.
Aprender a vivir con la incertidumbre
Permitirnos la incertidumbre, la falta de seguridad y la duda a través de dudar de nuestras dudas es un ejercicio estupendo. ¡Tenéis garantizada la sorpresa!
¡Qué bueno es aprender a vivir entre signos de interrogación a los que evitemos dar respuestas! ¡Cómo nos sentiríamos si abrazáramos las dudas y las aceptáramos sin más cuando se nos presentasen!
Recordemos a Pirrón de Elis y su famoso «epojé» o su traducción: «suspendo mi juicio.» Este gran filósofo ya se dio cuenta de que la mayoría de nosotros no puede estar en el presente, porque nos dedicamos a desvelar la incertidumbre en el intento ilusorio de tener el control.
También podemos contestar a las dudas, que son preguntas que nos vienen solas en los periodos de mucha incertidumbre, con otras preguntas. El resultado: su anulación. Nuestro sistema nervioso central no lleva muy bien un aumento progresivo de la incertidumbre, sobre todo si lo provocamos nosotros lanzándole más dudas sobre las que ya tiene. Con ello provocamos un cortocircuito benévolo que devuelve el equilibrio a nuestra razón y a nuestras emociones.
He aquí algunos ejemplos donde elegimos dudar de nuestras dudas:
- Si dudas de “no estar a la altura” puedes contestarte: ¿Cómo sé que no podré estar a la altura…?
- Si dudas de “no ser capaz” puedes preguntarte: ¿Cómo sé que no seré capaz de…?
- Si crees que “puede ocurrir algo malo” puedes decirte: ¿Cómo puedo estar seguro de que ocurrirá lo malo que pienso del futuro?
- Si dudas de “no estar enamorada totalmente” puedes cuestionarte: ¿Cómo puedo estar segura de estar enamorada al 100 por 100?
- Si temes “cometer una grave equivocación”, puedes añadir la siguiente pregunta: ¿Moriré o no moriré si me equivoco gravemente?
Miguel Herrador, terapeuta y coach
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