
Sobre el amor y la amistad
“El amigo es la sal de la vida”. ARISTÓTELES
Existe un gran consenso universal sobre el hecho de que toda palabra y toda lengua tienen su origen en onomatopeyas. Una buena prueba de ello es la raíz “ma” que se encuentra en el indoeuropeo. Dicha raíz hace alusión a la voz infantil que reproduce el balbuceo del bebé al mamar. Uno de sus varios derivados es “amma” que significa madre (tenemos mamá en castellano, mamma en italiano…). Y de “amma” provienen también las palabras amor y amistad.
Lo maravilloso de la etimología de la palabra amistad, es que nos transporta al primer acto o sentimiento de amor que nos marca la vida para siempre: el afecto y los cuidados de nuestra madre. Tener amigos es tan importante para todos nosotros, porque son una fuente de afecto y de cuidados que nos remiten a ese amor, en estado puro, que nos profesó quien nos dio la vida. En el amor y en la amistad hay siempre un acto reciproco. Por un lado, los bebés se dejan cuidar y a cambio les regalan a sus madres las mejores y más maravillosas sonrisas. Por otro, con los amigos nos relacionamos con la sana intención de intercambiar todo aquello que tenemos, tanto en lo emocional como en lo material.
La amistad nos permite conectar con algo genuino que trasciende el ego, de tal manera que nos facilita ser nosotros mismos, sin máscaras. En este sentido, los amigos son un buen espejo en el que mirarnos y seguir evolucionando como personas. Una vida precaria en amigos obstaculiza nuestra realización, ya que necesitamos otros puntos de vista que complementen y enriquezcan nuestra imperfecta mirada del mundo. Pero además, los amigos nos permiten mantener a raya la soledad no deseada, quizá el mayor impedimento para habitar la realidad con agrado.
Epicuro, uno de los filósofos más influyentes de la historia, no en vano tuvo siempre a la amistad como la fuente de sus mejores alegrías. El magnífico filósofo contemporáneo Alexandre Jollien habla del amigo en el bien: una propuesta llena de audacia. Él explica que cuando queremos el bien de los demás, estamos practicando la forma más bella posible del amor y la amistad. Y que sobre todo, el bien no debe imponerse nunca. Quizá la mayor cualidad del amigo es que no nos juzga con malicia, aunque tenemos que ser conscientes de que nuestro cerebro hace juicios de valor de forma automática. Y lo hace para ahorrar energía y para tenernos preparados en caso de que haya problemas, por lo que nos será muy difícil relacionarnos y escuchar a los demás sin hacer juicios de valor.
La causa de que muchas parejas dejen de amarse es porque dejan de ser amigos. Y posiblemente, este sea el mayor fracaso de dos personas que se quieren. Cuando se dicen “tú no me escuchas” o “tú no me entiendes”, en realidad se están juzgando. Las quejas de este tipo representan una de las formas más dañina y reiterada de juzgar a los demás. Y esto es debido a que no acogemos al otro de manera incondicional. No se trata de estar de acuerdo en todo, pasando por alto malos comportamientos, pero sí de aceptar a la pareja y de intentar amarla sin condiciones. Por todo ello, cuando hacemos de jueces, en lugar de lograr que todo sea justo, lo que creamos son enemigos y desencuentros. De este modo, cerramos nuestro corazón y el de los demás en lugar de conseguir que se abra.
A veces resulta descorazonador observar cómo se nos olvida tan fácilmente que el amor y la amistad proceden de ese lugar entrañable, femenino, lleno de ternura y de cuidados, que no es otro que nuestra madre. Más allá de lo poético y desde un punto de vista de la salud y la alegría, nos haría muy bien a todos cultivar el amor y la amistad, aunque solo fuese como un homenaje a quien nos trajo al mundo dándonos ese bien tan preciado que es la vida.

Estar aquí y ahora con la meditación de todos los males
En este post te proponemos un ejercicio para estar presentes en el aquí y ahora: La meditación de todos los males.
Escrito por Miguel Herrador, terapeuta especializado en ansiedad.
“Espérate lo inesperado”. HERÁCLITO
Claves para estar presentes: ¿Cómo funciona la dopamina?
A la dopamina se le llama la molécula de la felicidad y determina mucho más de lo que imaginamos nuestra vida. Se ha descubierto que lo que más le gusta a la dopamina, por encima de todo, es el error de predicción en la recompensa, que consiste en descubrir que algo es mejor de lo que habíamos imaginado que fuese. El error de predicción de la recompensa nos sienta tan bien porque todos nos entusiasmamos ante el hecho de que hay algo nuevo e inesperado que puede mejorar nuestra existencia.
Estar aquí y ahora, el presente, es la fuente más rica y constante de lo inesperado. El hecho de prestar atención a la realidad, a lo que estamos haciendo en cada momento, maximiza el flujo de información que llega a nuestro cerebro. En este sentido, si somos capaces de activar nuestro sistema del aquí y ahora, combinando nuestra atención hacia adentro y hacia afuera, nuestra experiencia sensorial será más completa e intensa. En este hecho radica buena parte del placer de viajar y por este motivo lo nuevo siempre es más intenso.
Se da la circunstancia de que la dopamina influye notablemente en los modelos que elaboramos para predecir el futuro. Pero para crear estos modelos la dopamina necesita datos, y estos provienen de los sentidos. Sin embargo, nuestros sentidos no son infalibles ya que son claramente imperfectos a la hora de leer e interpretar la realidad. Y es así como se nos genera la paradoja de acabar inseguros, cuando lo que pretendíamos era estar seguros.
Si deseas profundizar en este tipo de paradojas te recomendamos los artículos sobre las trampas mentales del miedo.
Ejercicio para estar presentes en el aquí y ahora
Una de las mejores maneras, sino la mejor, de desactivar las preocupaciones que nos causa el futuro y conseguir estar “aquí y ahora”, consiste en practicar el ejercicio de la “Meditación de todos los males”. Los estoicos, hace 2400 años, inventaron esta ejercitación filosófica excepcional y maravillosa. Y se trata de una forma de meditación que hoy se enseña prácticamente en todas las universidades del mundo con el nombre de “intención paradójica”.
Los estoicos aconsejaban meditar todos los días de esta manera diametralmente opuesta a las populares formas de meditación actuales. Tanto los días malos como los buenos. Y para llevarla a cabo, tendríamos que cerrar los ojos o tenerlos abiertos, e imaginarnos de la manera más realista posible y voluntaria, las cosas más terribles que podrían acontecernos. Por ejemplo, podemos imaginarnos que nuestra pareja nos traiciona o nos abandona, que nos despiden del trabajo injustamente, que nos diagnostican una enfermedad grave, que se muere un amigo o un familiar, que el mundo se destruye, que la muerte nos alcanza, etcétera. Si practicamos este ejercicio de meditación regularmente estaremos preparados para cuando la vida nos lo ponga difícil, cosa que ocurre a menudo.
La gran ventaja de esta mediación frente a las demás es que experimentaremos un profundo sosiego al comprobar que nada de lo que habíamos pensado que podría sucedernos acontece. Y también experimentaremos un profundo agradecimiento por conservar todo aquello que nos habíamos imaginado perder. En el caso de que nos suceda algo inesperado, seguro que no será tan terrible si lo comparamos con todos los males que nos hemos atrevido a pensar. Además, lo paradójico y lo bueno de este ejercicio de meditación filosófico es que nuestro cerebro activa la dopamina posibilitando que tengamos esa recompensa a través de lo inesperado y, por tanto, accedamos a la alegría de manera espontánea.
¿En qué consiste esta meditación para estar presentes?
La meditación de todos los males para estar presentes en el aquí y ahora viene de Séneca, uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos. Él explicaba cómo la practicaba diariamente, aduciendo que esta meditación fortalece el alma: “El que prevé que puede suceder todo cuanto puede venir, suavizará el ímpetu de todos los males, que no traen nada nuevo a los que está preparados y esperándolos, y se hacen insoportables solo a los que se creen seguros y esperan solamente felicidad”. Se trata de dedicar entre 20 – 30 minutos al día.
A todos nos vendría muy bien tener el coraje de atrevernos a vivir la vida tal y como se nos presenta, desde el aquí y ahora. Vivimos en un mundo cada vez más sedado mediante medicamentos psiquiátricos que lo único que nos procuran es que nos debilitemos e incapacitemos en extremo. Algo estamos haciendo muy mal cuando huimos de nuestras emociones si se apartan de ese estado irreal permanente al que denominamos felicidad.
Necesitamos sentir, no sedarnos. La práctica de este tipo de meditación nos permite abordar la vida desde una óptica natural y nos facilita estar en contacto con nuestras emociones dejándolas expresarse. Pero también propicia que tengamos todos los días sorpresas agradables e inesperadas, sin el estrés de tener que buscar novedades constantes para que nuestra vida no sea aburrida y tediosa.
Por Miguel Herrador
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Elegir dudar de las dudas
¿Cómo romper el círculo vicioso de la búsqueda de certezas? ¡Lee este artículo de Miguel Herrador, terapeuta y coach!
«Si me contradigo, me contradigo, contengo multitudes». WALT WHITMAN
«Las dudas con dudas también se curan». MIGUEL HERRADOR
El constructivismo no está interesado en descubrir la verdad que subyace dentro de nosotros y en las cosas del universo. Por el contrario, el constructivismo, como corriente filosófica intenta sistemáticamente llevarnos a aumentar nuestra conciencia operativa. Dicho con otras palabras: el constructivismo no se interesa en «por qué» sino en «el cómo».
Cabe recordar que hace miles de años, en la antigua China, se hablaba de «verdades de esencia» y de «verdades de error». La esencia sólo la encontraremos en la trascendencia, en el más allá, fuera de este mundo.
Y ya que no podemos alcanzar una verdad definitiva (o de esencia), las verdades de error nos pueden servir, en gran medida, para perfeccionar nuestra capacidad de gestionar la realidad. Las verdades de error y las dudas tienen mucho en común; es más, para mí son una misma cosa.
El síndrome de la certeza
La historia de la humanidad está llena de situaciones en las que se puede apreciar que «la verdad» va cambiando en el tiempo. Vamos, que lo que hoy es ampliamente aceptado como verdad inamovible, mañana puede ser que no lo sea. Un buen ejemplo es el siguiente: la tierra, en contra de lo que se creía, no es el centro del universo…
Existe un síndrome obsesivo llamado «síndrome de la certeza» que aparece siempre que intentamos desvelarla incertidumbre, esa cosa abstracta imposible de descifrar, que es inherente al hecho de estar vivos. Ejemplos de este síndrome pueden ser: tener que elegir entre varias carreras en la universidad, cómo saber al cien por cien si se está enamorado, decidir entre ser padre y no serlo, elegir cambiar de trabajo, escoger entre dos personas a las que se ama, etc. Como veis la lista puede ser infinita.
Sin embargo, si elegimos no escoger o no decidir, estamos rompiendo el círculo vicioso de buscar certezas que nos tranquilicen. Se hace necesario por ello, atrevernos a vivir en la incertidumbre y en el no saber.
Aprender a vivir con la incertidumbre
Permitirnos la incertidumbre, la falta de seguridad y la duda a través de dudar de nuestras dudas es un ejercicio estupendo. ¡Tenéis garantizada la sorpresa!
¡Qué bueno es aprender a vivir entre signos de interrogación a los que evitemos dar respuestas! ¡Cómo nos sentiríamos si abrazáramos las dudas y las aceptáramos sin más cuando se nos presentasen!
Recordemos a Pirrón de Elis y su famoso «epojé» o su traducción: «suspendo mi juicio.» Este gran filósofo ya se dio cuenta de que la mayoría de nosotros no puede estar en el presente, porque nos dedicamos a desvelar la incertidumbre en el intento ilusorio de tener el control.
También podemos contestar a las dudas, que son preguntas que nos vienen solas en los periodos de mucha incertidumbre, con otras preguntas. El resultado: su anulación. Nuestro sistema nervioso central no lleva muy bien un aumento progresivo de la incertidumbre, sobre todo si lo provocamos nosotros lanzándole más dudas sobre las que ya tiene. Con ello provocamos un cortocircuito benévolo que devuelve el equilibrio a nuestra razón y a nuestras emociones.
He aquí algunos ejemplos donde elegimos dudar de nuestras dudas:
- Si dudas de “no estar a la altura” puedes contestarte: ¿Cómo sé que no podré estar a la altura…?
- Si dudas de “no ser capaz” puedes preguntarte: ¿Cómo sé que no seré capaz de…?
- Si crees que “puede ocurrir algo malo” puedes decirte: ¿Cómo puedo estar seguro de que ocurrirá lo malo que pienso del futuro?
- Si dudas de “no estar enamorada totalmente” puedes cuestionarte: ¿Cómo puedo estar segura de estar enamorada al 100 por 100?
- Si temes “cometer una grave equivocación”, puedes añadir la siguiente pregunta: ¿Moriré o no moriré si me equivoco gravemente?
Miguel Herrador, terapeuta y coach
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La fuerza de las creencias
La fe y la duda se corresponden una con la otra, son complementarias. Si no se pone en duda nunca nada, tampoco se cree de verdad.
Hermann Hesse
El gran Epicteto, filósofo estoico de la época romana, sentenciaba de una manera muy sabia: no son las cosas las que nos alteran, sino nuestra percepción de las cosas.
Con esta afirmación pretendía que tomáramos conciencia de la diferencia que hay entre el mundo de los hechos y el mundo de las valoraciones, de las interpretaciones, de los puntos de vista sobre los hechos.
Teniendo esto presente sabremos dónde podemos y tenemos que hacer palanca cuando surge un problema o dificultad en nuestras vidas.
¿Qué aspectos de la realidad dependen de nosotros?
Epicteto, como buen estoico, nos enseña a saber distinguir qué aspectos de la realidad dependen de nosotros y cuáles no. Que tenga un accidente y me fracture una pierna, no depende de mí –a no ser que me comporte de una manera temeraria-, pero la actitud que adopte, la reacción que tenga ante este hecho fortuito, sí que depende totalmente de mí. Aquí sí que tengo todo el poder. El poder de amargarme y estar rabioso por el accidente, o el poder de aprovechar este molesto imprevisto para dedicarme a cosas para las cuales nunca sabia encontrar el momento: leer, escuchar música, ver una serie de películas, estar más con mis hijos…
Es decir, nos lo jugamos casi todo no en lo que nos pasa, sino en la percepción, la interpretación de aquello que nos ha pasado, nuestro filtro o creencias.
Entre tu y tu percepción, están tus creencias…
Ahora bien, ¿de qué depende básicamente que tenga una u otra percepción? Pues resulta que, entre yo y mi percepción de la realidad, hay un filtro que la mayoría de las veces funciona de manera automática, inconsciente. ¿Cuál? Nuestras creencias.
Si en el caso del accidente, yo tengo la creencia de que, si actúo con prudencia, si vigilo, si estoy atento y no me expongo innecesariamente a ningún peligro, a mí no me pasará nunca nada. Y eso, además, lo creo de una manera absoluta y radical, ¿cómo creéis que me sentiré después de romperme accidentalmente la pierna? Ya os lo digo yo: fatal. ¿Y qué percepción tendré del suceso? La percepción de una auténtica catástrofe, de algo terrorífico, de haber padecido un auténtico tsunami vital.
Pero… ¿qué con las creencias?
Las creencias son como una segunda piel que se han ido integrando en nuestra mente fruto del entorno familiar en que hemos vivido, de cómo nos han educado, de las cosas que nos han pasado, de las experiencias vividas y de cómo las hemos vivido… Y es que, al final, queramos o no, conscientes o inconscientes, todos tenemos unas determinadas creencias sobre cómo somos nosotros, sobre cómo son o deberían los otros, y sobre cómo es o debería ser el mundo y la vida en general.
Está claro que algunas de estas creencias nos ayudan a encontrar constancias, regularidades, puntos donde anclarnos y poder transitar guiados con una especie de brújula que marca el norte de nuestra vida, desafiando así el fondo siempre incierto, misterioso y enigmático de la existencia.
¿Y qué hay de las creencias limitantes?
El problema se produce cuando nos dejamos guiar por creencias que no nos ayudan a vivir, que son o se han convertido en disfuncionales: la mayoría de las veces porque se han transformado en patrones rígidos, absolutos e inmodificables. Sería, pues, conveniente estar atentos y vigilar cuándo algunas de nuestras creencias que, no nos engañemos, las vivimos como auténticos actos de fe, nos ayudan y cuando nos impiden avanzar y progresar en nuestra vida.
Claro que, la mayoría de las veces, no resulta tan sencillo, porque están tan integradas en nuestra experiencia cotidiana que, ni somos conscientes de hasta qué punto nos condicionan, ni es tan fácil cambiarlas a fuerza de voluntad.
Así las cosas, muy a menudo necesitamos de la presencia de alguna rotura, crisis o fractura vital contundente para que seamos capaces de modificar alguna de nuestras creencias. ¿Qué triste que sea así, no? Quizás. No lo sé. Sólo sé que los humanos somos bastante así: sólo aprendemos de nuestros errores.
CTBSB
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¿Es siempre positivo pensar en positivo?
No hay esperanza sin temor, ni temor sin esperanza
Spinoza, Ética, Libro III
Los animales lo tienen más fácil para vivir: les guía el instinto. Nosotros, los humanos, necesitamos re-presentarnos la realidad. Necesitamos poner distancia, reflexionar. Y lo hacemos a través de una serie de creencias, de valores, de actitudes que hemos ido incorporando a nuestra vida a lo largo de los años.
Todo ello hace posible la construcción de una determinada mirada sobre la realidad. O dicho de otro modo, todos nos enfrentamos a una realidad que previamente hemos tenido que re-presentarnos, que construir. Todos, pues, nos posicionamos ante la realidad, actuamos y nos comportamos, como si fuera de una determinada manera. No nos enfrentamos directamente con la realidad, sino que lo hacemos a través de unas mediaciones, de unas gafas, a través de unos filtros, de unos determinados autoengaños, que en ocasiones pueden ser creencias limitantes.
Visto así, el autoengaño, no es algo negativo, sino que es sencillamente inevitable, forma parte de la condición humana. Y en consecuencia, lo más operativo sería determinar cuáles de nuestros autoengaños son funcionales y nos ayudan a vivir, y cuáles no. Tarea no muy fácil, porque la mayoría de nuestros autoengaños, de nuestras visiones o miradas sobre la realidad, los hemos ido adquiriendo de una manera inconsciente, sin darnos cuenta de ello.
No son pues ni deliberados ni conscientes, pero los vivimos como si fueran visiones absolutamente reales y objetivas, los vivimos como la Verdad. Y justamente por eso tienen tanta fuerza y nos guían tanto en nuestra vida.
¿Qué pasa, sin embargo, cuando desde alguno de los innumerables libros de autoayuda o a través del gurú mediático de turno, y de una manera machacona, nos quieren convencer, como si de una religión de obligado cumplimiento se tratara, que, si nos esforzamos en pensar en positivo, podemos tener esperanzas de que acabaremos consiguiendo lo que nos proponemos (si quieres, puedes) y que la vida, obediente y sumisa, nos regalará los frutos sabrosos de la felicidad y el bienestar? ¿Qué pasa cuando nos quieren inyectar el autoengaño de piensa en positivo?
Procurar pensar en positivo implica, justamente, que nos hemos de esforzar, que tenemos que poner conciencia y voluntariedad.
Y este es el problema: el autoengaño consciente de pensar en positivo suele provocar el efecto contrario. Sí, el efecto paradoja.
Cuando un autoengaño se hace consciente, se desactiva, pierde todo el poder y provoca, a menudo, el efecto contrario. Si voluntariamente me mentalizo y sobretodo espero que todo irá bien, tengo muchos, muchos números de decepcionarme, de desilusionarme, y como resultado de ello, caer en un estado depresivo, a veces de renuncia parcial o total.
¿Y qué hay del efecto placebo?
Porque, ¿vosotros creéis, por ejemplo, que el famoso efecto placebo tendría algún efecto si fuéramos conscientes o lo buscáramos de forma voluntaria? Imaginaos que nos dijéramos:
Esto que me han dado y que me voy a tomar es sólo un placebo, lo sé, una simple pastillita de harina con sacarina, pero como me han dicho y quiero y estoy convencido de que me hará el mismo efecto que un medicamento real, me lo hará.
Y justamente por eso todos los terapeutas de nuestro centro, a sabiendas del efecto paradoja lo usamos y lo trabajamos con mucho cuidado y de manera estratégica. Porque sabemos que con el miedo, el dolor, la tristeza y la rabia no se puede realizar un trabajo eficaz y eficiente en positivo, con una filosofía y psicología positivas. La mayoría de nuestros clientes vienen porque todos sus intentos (los suyos y los de sus familiares y amigos) de positivizar sus dificultades, a efectos prácticos, no han resultado muy positivos que digamos.
Decir a una persona deprimida que se anime, que se alegre, o a una persona con miedos o con mucha rabia acumulada que sea positiva, y que procure no tenerlos, no es solamente ineficaz, sino que en la mayoría de casos alimenta y cronifica el problema.
¿Cómo generar, entonces, confianza y optimismo en el futuro?
Y es que, seamos claros, lo que realmente genera confianza – y optimismo- en nuestras capacidades y en nuestros recursos no es pensar que todo irá bien, sino los resultados positivos que hemos obtenido cuando hemos sido capaces de enfrentarnos con los hechos, con la vida. Eso sí, la mayoría de las veces, sin esperar demasiado. Sin ser tan optimistas.
Me parece que más que el pensar en positivo, nos ayudaría más tener muy claro que toda cuota de felicidad realmente saludable -y perdurable- pasa siempre y de manera ineludible por ser capaces, antes de nada, de aceptar la vida tal como es. Saber discriminar, como hacían los estoicos, qué cosas dependen de nosotros y cuáles no. Y ante cualquier situación, aceptar lo que no se puede cambiar y, a continuación, arremangarnos y ponernos a trabajar en aquellos aspectos y dimensiones que sí se pueden y deben ser mejoradas por nosotros. Y eso no es ni optimismo ni pesimismo. Es la felicidad desde un cierto grado de lucidez. La única que, si os soy sincero, cuando de vez en cuando se digna visitarme, realmente me llena, me satisface y me hace sentir bien. Feliz.
El gran Séneca y los estoicos en general aconsejaban, para no sufrir, eliminar del todo la esperanza. La verdad, no creo que esto sea posible. Porque la esperanza es una de las manifestaciones del deseo. Y el ser humano es un ser que desea. Desea tanto que, en realidad, lo que desea es tener deseos. Ahora bien, tal vez, como recomienda Comte-Sponville, sí sería posible y valdría la pena, procurar no esperar tanto y actuar y amar más. Amén.
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Filosofía para tiempos heroicos. Día 1
FILOSOFÍA PARA DÍAS HEROICOS. Día 1
“Comportarse bien y mantenerse alegres”. BARUK SPINOZA
Hoy empezamos desde El Centro de Terapia Breve Sentirse Bien de Barcelona a compartir nuestra dilatada experiencia en el tratamiento de los trastornos de la ansiedad, incluidos la Claustrofobia, el TOC, el Estrés postraumático y la Hipocondría. Dada esta emergencia nacional y mundial creemos que no nos podemos quedar de brazos cruzados. Y queremos contribuir escribiendo todos los días sobre cómo podemos afrontar este encierro tan angustioso. Os iremos dando consejos y os propondremos trabajos específicos tanto filosóficos como psicológicos, para poder vencer la ansiedad, el pánico y la incertidumbre.
Para ello es prioritario que nos organicemos bien el día a día. Esto es lo más importante en los periodos de confinamiento y reclusión forzosos. En este sentido, disponemos de numerosos ejemplos de personas que han estado en la cárcel, de quienes han vivido una enfermedad grave (o nacido con ella) que les ha obligado a guardar cama obligatoriamente, de los supervivientes de los campos de exterminio nazis, de quienes han tenido que vivir escondidos por ser perseguidos, de quienes han estado atrapados como los mineros chilenos, o de los argentinos que tuvieron que sobrevivir a la tragedia del avión estrellado en los Andes.
Lo primero para llevar bien este confinamiento forzoso es pensar a corto plazo. Quiero decir que vayamos afrontando esta situación día tras día. Es un error muy común pensar en las tres o cuatro semanas, si no más, que nos han impuesto de cuarentena de manera global, pues son demasiado tiempo. De esta forma es más fácil concentrarnos en las metas que nos hayamos fijado y alcanzarlas. Así, la percepción del tiempo siempre será más liviana. Se trata del viejo principio de “divide y vencerás”.
Lo segundo es buscarnos actividades que podamos realizar. Alternar entre agradable y desagradable es de gran ayuda. No todas tienen que ser placenteras. Se trata de ocuparnos para poder tolerar de manera óptima las preocupaciones. Hay gente que se está proponiendo retos de pintura, de deporte, de baile, de cocina, etc. No estamos de vacaciones, estamos atrapados en una situación de una gran complejidad y gravedad.
Lo tercero es ponernos en “modo” de ayuda a los demás. Se trata de pensar en ser solidarios y empáticos. Es ésta una formidable manera de sentirnos implicados con la existencia sin caer en el desánimo. La solidaridad y la benevolencia son la fuerza que mantiene en pie a todos los profesionales de la salud que están en primera línea de combate contra el coronavirus. Sería muy bueno para ellos seguir dándoles ánimos, del mismo modo que dárnoslos a nosotros mismos a medida que vayan pasando los días. Son muy emotivas y esperanzadoras las imágenes que nos llegan desde Italia con muchas personas cooperando desde los balcones para ayudarse e ilusionarse mutuamente en estos días de zozobra.
Lo cuarto es leer libros que nos fortalezcan la mente y el alma. Hay libros y autores increíblemente buenos. Uno de esos autores es el austríaco Viktor Frankl, que fue uno de los mejores psicoterapeutas del siglo XX. Por ser judío estuvo internado en los campos de exterminio nazis y sobrevivió a los mismos perdiendo a su mujer y a toda su familia exceptuando a su hermana. Cuenta toda esa experiencia en un libro sin parangón titulado “El hombre en busca de sentido”. Se trata de una obra para leerla cuando no podemos cambiar la situación en la que estamos inmersos y entonces se impone que cambiemos nosotros. Es un libro de un calado humano excepcional y no es nada desagradable, más bien al contario: nos hace mejores personas y más fuertes ante todo tipo de adversidades.
Lo quinto es practicar la “meditación de todos los males”. La aprendí de Séneca, que es mi filósofo favorito. Él, junto con Marco Aurelio y Epicteto, fue el mayor exponente del estoicismo, una de las escuelas pragmáticas de la filosofía clásica griega. Lo bueno de los estoicos es que crearon un ejercicio que hoy se enseña en todas las universidades del mundo y que se llama “la meditación de todos los males”. Es una herramienta maravillosa y tremendamente eficaz para afrontar cualquier adversidad que nos traiga la vida por difícil y dura que sea. Pensemos que Séneca estuvo condenado a muerte en tres ocasiones. De la última no se libró, pero sí de las dos anteriores. Él relata en sus obras que escribir sobre lo peor que le podía llegar a ocurrir, le ayudó a sobrellevar mucho mejor las torturas, el encarcelamiento y el temor a la muerte. Incluso la aplicaba cuando tenía severos ataques de asma. Sobre esta técnica hablaré más veces en días sucesivos.
Lo sexto guarda más relación con quien tenga que pasar solo o sola esta cuarentena. Le sería de gran utilidad apuntarse o incluirse en grupos de whatsapp. Sentir nuestra pertenencia puede darnos una fortaleza inusitada para resistir en estos tiempos funestos. Escribir y contestar los mensajes es participar de lo colectivo y hace que nos sintamos vivos. Cuando nos relacionamos estamos desarrollando nuestra humanidad y hará que no nos desanimemos con facilidad.
Lo séptimo consiste en llevar un diario donde podamos ir consignando nuestras impresiones diarias, así como nuestros estados de ánimo durante esta cuarentena. Canalizar emocionalmente este encierro es de vital importancia para afrontarlo con garantías de éxito. La escritura es posiblemente una de las mayores tecnologías que ha inventado el ser humano. Y tiene la ventaja de ayudarnos a tomar conciencia y a transformar nuestros estados de ánimo, por muy difíciles que sean.
Lo octavo es dejar de estar demasiado pendientes de las noticias. Si no tenemos cuidado con ello acabaremos presa del pánico y de sintomatologías creadas por nuestra propia mente; es decir, nos convertiremos en hipocondríacos con toda seguridad.
Estad atentos pues seguiremos dándoos pautas, relatando la vida de grandes personajes de la historia que supieron enfrentarse a la adversidad y recomendándoos buenas lecturas. Juntos superaremos la cuarentena y venceremos al coronavirus. ¡Un gran abrazo lleno de esperanza!
Miguel Herrador
Coach y Máster en Terapia Breve.

Filosofía para tiempos heroicos. Día 2
“La vida no tiene solución porque quizá no es un problema. El reto es confiar en la vida”. ALEXANDRE JOLLIEN
En estos días aciagos tenemos que estar confinados con otras personas y también con nosotros mismos. No nos queda otra elección.
Siguiendo en la línea de presentaros a personas extraordinarias hoy quiero hablaros de Alexandre Jollien. Su experiencia y sus avatares vitales nos van a ser muy útiles. Él es posiblemente el filósofo actual que más me toca el corazón y estimula mi mente. Yo lo llamo “mi Séneca moderno” porque su filosofía es, sobre todo, pragmática y busca enseñar a vivir, aunque la vida se empeñe en ponérnoslo muy difícil. Su filosofía está centrada en aprender y progresar sin rendirnos, en no rechazar la realidad por dura que ésta pueda llegar a ser. Su propuesta es la de abandonarnos a la vida por incierta que ésta sea.
Alexandre Jollien se parece a los budas orientales y su biografía es tan impactante como su sonrisa. Él mismo dice que “la suprema inteligencia es la bondad”. Y se me antoja definirlo, sin temor a equivocarme, como a un hombre bueno…
Vino al mundo con parálisis cerebral por causa de estrangulamiento con el cordón umbilical durante el parto. Esto le provocó una discapacidad permanente que le impide andar y manejarse con normalidad, por lo que tiene que ir muchas veces en silla de ruedas y ser ayudado permanentemente. Para que os hagáis una idea, le es imposible escribir a mano, y con el ordenador le cuesta una barbaridad. Pero, sin embargo, cuenta que extrae de sus debilidades crónicas sus fortalezas diarias. Desde los 3 años estuvo 17 años más internado en una institución para discapacitados, donde lo estimularon para que pudiera tener un pequeño control de su propio cuerpo y no quedara postrado para el resto de su existencia. Ahora, a sus 45 años tiene 3 hijos y está casado. Sale en la televisión francesa y escribe unos libros tan excelentes como buenos. De todos ellos el que más me gusta, sin lugar a dudas, se titula “Pequeño tratado del abandono” y es una verdadera maravilla, además de una joya de incalculable valor. Para él, el abandono no tiene nada que ver con la resignación. Más bien y por el contrario, incide en lo que aconsejaba Sócrates: “Antes que intentar vivir mejor, intenta mejorar”.
Alexandre Jollien lleva toda su vida RECLUIDO en un cuerpo mermado que no puede funcionar con normalidad. Por todo ello es un gran ejemplo a seguir ahora que a nosotros nos está pasando algo parecido: el coronavirus nos tiene confinados y limitados. Cuenta en sus escritos que cada día para él supone un gran esfuerzo y que muchas veces no le apetece levantarse. Con él no hay trampas ni puede haberlas. Es alguien auténtico. No deja de ser paradójico cómo las personas con severas discapacidades pueden ser mucho más auténticas que los que no las tenemos.
Estos días de reclusión estamos aburridos o muy aburridos. Y nos toca convivir con nosotros mismos, nos guste o no. En el libro que os he recomendado escribe que en un retiro espiritual estaba tremendamente aburrido y se saltó sus ejercicios de meditación. Y que frente al miedo a ser abroncado, el director del monasterio donde llevaba a cabo el retiro le dijo lo siguiente: “Alexandre, puedes hacer todo lo que quieras, pero no puedes hacer que yo no te quiera”. Dice al respecto que esas palabras le supusieron una especie de iluminación interior y que nunca había podido sentir, hasta ese momento, un amor tan total e incondicional. En este sentido, el amor incondicional que sentimos por nuestros hijos sería lo más parecido. Y sigue contando que un día aprendió a volcar ese amor sobre su propia vida y su maltrecho y discapacitado cuerpo. Y que antes se comparaba continuamente con los hombres que tenían cuerpos atléticos o mejores que el suyo, llegándolo a pasar bastante mal cada vez que lo hacía.
Jollien cuenta que siempre va a ser un inválido pero que eso no le invalida. Y sigue diciendo que amarnos consiste en el compromiso de mejorar siempre. Ese es el camino: amarnos de tal modo que nos liberemos de todo lo que nos impide ser libres y alegres. Para él, el amor es la tolerancia total con todo lo que existe aquí y ahora.
SU PROPUESTA ES TRATARNOS A NOSOTROS COMO SI FUERAMOS NUESTROS PROPIOS HIJOS. De tal manera que estos días de encierro no tenemos excusa para tratar a los demás como si fueran nuestros hijos y a nosotros también. Estos días, donde todo lo que es superfluo salta a la vista, tener un cuerpo esculpido en el gimnasio no nos va a servir de mucho para que nos quieran o querernos más.
¿No os parece que el aburrimiento es el camino más corto para estar con los demás y con nosotros? Si la alegría es la adhesión total a la existencia, el aburrimiento es un camino extraordinariamente rápido para alcanzarla.
Reenviadlo por favor. Seguiremos.
MIGUEL HERRADOR
COACH Y MÁSTER EN TERAPIA BREVE

Filosofía para tiempos heroicos. Día 3.
“La lección más importante que puede aprender el hombre no es que en el mundo existe el miedo, sino que depende de nosotros sacarle provecho y que se nos ha concedido transformarlo en valentía”. RABINDRANAH TAGORE
La ansiedad cuando no es tratada adecuadamente hace metástasis y se transforma en desconfianza, ira, renuncia y desesperanza. Antes del coronavirus el mundo ya sufría una epidemia de ansiedad con todos los altos costes que ello ocasionaba en nuestro sistema sanitario. Ahora la sufrimos doblemente, pues a la ya preexistente, tenemos que sumar la que nos ha sobrevenido a través de la pandemia del coronavirus. Por tal motivo, conocer y dominar el miedo es una asignatura imprescindible para la escuela de la vida. Y por ello es crucial para nuestro desarrollo personal y para nuestra supervivencia.
Dada la alarma mundial que está provocando la extensión descontrolada del Covid- 19, nos estamos viendo asediados por todo un despliegue ilimitado de amenazas potenciales y de incertidumbres abstractas sobre las cuales poco podemos hacer en estos momentos. Esta alarma es difusa e indefinida en el tiempo y en el espacio. En situaciones como ésta, nuestro organismo entra en un círculo vicioso donde consume gran cantidad de energía inútilmente tratando de defenderse de algo que no se puede ver ni tocar. Y cuando esto ocurre, como ahora nos está sucediendo, perdemos nuestro equilibrio interno y pasamos a sufrir tensión, susceptibilidad y ansiedad patológica.
Estos días son numerosas las personas que están entrando en pánico. Unos por sentirse enfermos. Otros por creer que de ésta no van a salir vivos. Algunos por sentirse atrapados y sin salida. Muchos por pensar demasiado en un futuro aterrador, sin dinero y sin trabajo. Todos con el denominador común de no poder soportar el enorme peso de una incertidumbre tan grande como nunca nos la habíamos llegado a imaginar.
Estas semanas muchas personas están sufriendo crisis de pánico. Y en dichas crisis se ven transportadas al infierno. Pueden sentir que se están muriendo o que se están volviendo locas, y tienen que saber que ambas formas son las dos caras de una misma moneda: la angustia o el miedo a perder el control de uno mismo.
Séneca, mi filosofo favorito y auténtico médico de almas, observaba con frecuencia que de manera habitual nos comportamos como si nuestro control sobre el mundo fuera mucho mayor de lo que es en realidad. Cuestiones personales como nuestra salud, nuestra economía y nuestra reputación están, en última estancia fuera de nuestro control. Podemos influir en ellas, pero a menudo las cosas no saldrán como deseamos. En este sentido, la ansiedad patológica no podría existir si los seres humanos no hiciésemos juicios irracionales sobre el futuro. Normalmente los seres humanos buscamos disipar las preocupaciones del futuro tratando de convencernos de que todo irá bien. Pero la tranquilidad es un arma de doble filo que exige un esfuerzo continuado y un mantenimiento agotador. Por ejemplo, cuando le decimos a alguien (o a nosotros mismos) que se tranquilice estamos tensando la cuerda de su angustia, en ningún caso aflojándola. Con demasiada frecuencia las cosas no van, ni irán bien. Sin embargo, cuando salen mal, casi siempre salen menos mal de lo que podíamos temer.
Días atrás os hablé de la “Meditación de todos los males” como el mejor ejercicio que se conoce en el mundo, tanto por su efectividad como por su rapidez, para liberarnos de la ansiedad y el miedo patológicos. Hoy os explicaré cómo podéis hacerla. En realidad, se trata de una tarea sencilla. Yo mismo la he practicado muchas veces pues yo he tenido cientos de ataques de pánico a lo largo de mi vida. Dicha meditación es un ejercicio paradójico. En efecto, ante un problema que se presenta irrefrenable y espontáneo como es la ansiedad y el pánico, resulta muy eficaz prescribirnos los mismos síntomas y pensamientos que tanto nos asustan. La “meditación de todos los males” tiene la capacidad de transformar las percepciones y los juicios irracionales que nuestro cerebro hace sobre el futuro, cambiándolos por asuntos más funcionales del presente, o si prefiere, del “aquí y ahora”.
EL EJERCICIO ES COMO SIGUE: Cada día nos someteremos voluntariamente a todas las imágenes, pensamientos y síntomas ansiosos relacionados con todas las preocupaciones que nos está causando esta pandemia. Podremos imaginar, por ejemplo, que nos infectamos y morimos; y que les pasa lo mismo a nuetros seres queridos, con todo lujo de detalles, incluidos los entierros y lo que acontecerá después de las defunciones; también podemos imaginarnos que nos arruinamos o que nos quedamos sin trabajo y sin poder subsistir de ningún modo… Cada uno debe hacerlo con sus peores preocupaciones. Debemos tratar de provocarnos deliberadamente toda la ansiedad y toda la alarma que nos genera esta pandemia en un tiempo diario que pude oscilar entre los 20 o 30 minutos; menos no. Deberemos procurar hacerlo a la misma hora todos los días, para crear una rutina; y sería beneficioso poner un aviso que nos indique cuando hayamos acabado. Además, estaría muy bien que la realizásemos durante todo el tiempo que dure este confinamiento. Cuanto más exagerado sea mejor. Incluso lo podemos hacer por escrito. Esta tarea procura una gran profilaxis mental y emocional a quien la practica. No en vano se enseña en las mejores universidades del mundo, y se la conoce también como “Intención paradójica” o “Work fantasy”. Como dice Séneca: “Si quieres liberarte de toda preocupación, imagínate, sea cual sea el acontecimiento que temes, que se ha de realizar indefectiblemente”.
Cuando nos enfrentamos a lo peor que nos puede acaecer en todas las situaciones posibles nos fortalecemos y nos vacunamos contra la angustia. La valentía consiste en mirar al miedo a los ojos sin apartar la mirada. O si se prefiere, cuando transformamos la ansiedad en algo concreto, privamos a nuestros temores de su capacidad para angustiarnos.
En resumen, a los problemas causados por nuestra imaginación tenemos que darles soluciones gestadas con nuestra imaginación. Si pretendemos resolverlos mediante la razón fracasaremos. La ansiedad y el pánico no son problemas racionales, sino irracionales.
¡Reenviad este escrito a cuanta más personas podáis, por favor!
Seguiremos.
MIGUEL HERRADOR
COACH Y MÁSTER EN TERAPIA BREVE.

Filosofía para tiempos heroicos. Día 4.
“Todos los dolores y sufrimientos se pueden sobrellevar si los contamos en una historia o escribimos una historia sobre ellos”.
El impacto del coronavirus dejará secuelas postraumáticas tan grandes como una de las peores guerras que hayamos vivido. Según los expertos, cuando la pandemia se haya acabado, tardaremos entre 3 y 6 meses en volver a la normalidad psicológica y emocional. Y posiblemente. quienes más las lleguen a sufrir sean los enfermos del covid-19 y sus familias, así como quienes están en primera línea de trincheras frente contra esta pandemia: todos los profesionales de la salud, sin excepción alguna, que todos los días se juegan la vida tratando de ayudar a los pacientes de diversa índole que están hospitalizados o que acuden a las urgencias.
Además, también nos dejará secuelas a todos los que estamos encerrados; algunas más, probablemente, a quienes están viviendo estos días tan traumáticos en rigurosa soledad. Todo dependerá de nuestra capacidad de resiliencia o de nuestra capacidad para vencer a la adversidad. Dicha capacidad se puede entrenar y ese es el objetivo de este escrito.
Cuantas más noticias vemos estos días, más se nos inocula el virus del miedo y del estrés. Los medios de información, televisiones, plataformas de internet y los móviles están haciendo de esta pandemia un espectáculo increíble, como nunca antes había visto la humanidad. Ya llevamos semanas siendo bombardeados por tanta información. Tanta, que lo realmente difícil es no estar hipocondríacos perdidos.
La paradoja de tanto exceso de comunicación es que cuantos más conocimientos tenemos sobre el covid- 19 más hipocondriacos nos volvemos. Es directamente proporcional. No obstante, esta pandemia no es fruto de nuestra imaginación, sino que la cosa va muy en serio. En efecto, nos tenemos que tomar las recomendaciones de guardar la distancia de seguridad y de lavarnos las manos constantemente como la mejor medicina. Es decir, más vale que nos pasemos de hipocondríacos que llegar a contagiarnos por ser unos irresponsables ante este formidable enemigo invisible.
Los profesionales de la salud están sufriendo un doble y terrible estrés. Por un lado, el estrés debido a un gran cansancio físico, ya que son pocos, enfrentándose a un adversario tan formidable y porque no hay manera de que puedan descansar ante tal desbordamiento. Son dantescas las imágenes de multitud de médicos y enfermeras sin el material de trabajo necesario como mascarillas, batas especiales, guantes y gafas protectoras… Por no hablar de la falta de espacio en los hospitales y de respiradores que puedan salvar las vidas de los pacientes. Sus bajas no se cubren a tiempo. Cada vez son menos y están más debilitados.
A todos los profesionales de la salud en particular, y a las fuerzas de seguridad del estado, a la gente que tiene abiertas sus tiendas para que podamos comprar alimentos, al ejército, a los bomberos, a los agricultores y ganaderos, en general, habría que catalogarlos de héroes por su entrega llena de empatía y solidaridad. Uno de estos héroes al que desde aquí aprovecho para rendirle un sentido homenaje, es mi amigo Xavier Muntaner. Una persona admirable y un gran jugador de hockey, que está confinado en Igualada y está yendo a trabajar todos los días al supermercado familiar sin poder descansar ni siquiera un rato. Un auténtico fuera de serie cuidando a sus padres y a otros familiares que están con fiebre desde hace alguna semana… ¡Estamos contigo “Munta”! ¡Siempre!
MIS RECOMENDACIONES PARA FORTALECER LA RESILIENCIA Y VENCER A LA ADVERSIDAD SON LAS SIGUIENTES:
LA PRIMERA consiste en prestar atención a las noticias dos o tres veces al día, como mucho y durante un tiempo breve. Si no lo hacéis así os vendréis abajo porque todavía no hemos llegado a lo peor. Está demostrado, desde hace tiempo, que el exceso de noticias desagradables debilita nuestro sistema inmunitario.
LA SEGUNDA es que os alegréis por estar vivos, tanto vosotros como vuestra gente, cada día que pase. Fortalece muchísimo nuestro sistema emocional. Día a día, esta especie de cautiverio que nos han impuesto con la mejor de las intenciones, se nos irá haciendo mucho más liviano y ligero.
LA TERCERA incide en que llevéis un diario donde podáis escribir todo el estrés, rabia, agobio, miedo, incertidumbre y lo que sea que estéis sintiendo durante este confinamiento. Ayuda a dormir mejor, rebaja los niveles de adrenalina y cortisol en la sangre, mejora el sistema inmunitario y os hará más resilientes (resistentes o fuertes) ante esta guerra sin cuartel en la que estamos inmersos. Isak Dinesen es la protagonista del film “Memorias de África” y fue galardonada con el premio Nobel de literatura. Escribía para liberarse de todos sus dolores y sufrimientos, como la gran mayoría de las personas que escriben por necesidad…
LA CUARTA es practicar la solidaridad y la empatía. Las guerras se ganan siempre en la retaguardia, y para ello, tenemos que estar bien para seguir sosteniendo y animando a quienes están combatiendo en el frente. En este sentido, necesitamos estar bien de empatía. Una fuerza tan poderosa para la unión entre los humanos como lo es la fuerza de la gravedad para tener unido a todo el universo. Se trata de una fuerza (la empatía) que no se ve, pero que podemos sentirla en cada una de nuestras células. Todavía estamos perdiendo alguna batalla, pero vamos a ganar esta guerra con solidaridad y empatía, no tengáis ninguna duda.
LA QUINTA es que les digáis, sin ningún tipo de tabú o vergüenza, a todas las personas que realmente os importan que las queréis y que las amáis. Las expresiones de amor pueden darse a través de los cuidados, y por lo tanto, no siempre tienen que ser verbales. Pero, sean de la índole que sea, no os canséis de usarlas ya que estos días son tan necesarias como respirar…
Avicena, el gran médico y filósofo padre de la medicina moderna, (coprotagonista en la novela y película “El médico”) decía lo siguiente: “La imaginación es la mitad de la enfermedad, la tranquilidad es la mitad del remedio, y la paciencia es el primer paso hacia la cura”. ¿Qué tal si le hacemos todo el caso del mundo?
Por favor, compartid este escrito. ¡Seguimos!
MIGUEL HERRADOR
COACH Y MÁSTER EN TERAPIA BREVE

Filosofía para tiempos heroicos. Día 5
“La libertad consiste en poder elegir”. JEAN PAUL SARTRE
“Hay personas para las que todo es un milagro y personas para las que nada es un milagro”. ALBERT EINSTEIN
Hola de nuevo. Todos los expertos afirman que después de estas dos primeras semanas de reclusión empieza lo verdaderamente difícil, pues nos quedan por delante otras dos y no sabemos con certeza hasta cuando estaremos confinados. Para llevar lo que nos falta por buen camino, tenemos que echar mano de la confianza. Ya que ahora nuestro cerebro reptiliano, el más primitivo que tenemos, va a intentar tomar el mando y nos va a generar muchas situaciones de desconfianza, egoísmo y malos rollos.
Elegir la confianza implica una elección doble. Confiar entraña una unión indisoluble entre los demás y nosotros mismos. En efecto, desde muy pequeños aprendemos a confiar en lo familiar, en lo cercano, en lo conocido. La confianza es lo opuesto al recelo. Son estados excluyentes. Por ejemplo, no podemos confiar en alguien y juzgarlo al mismo tiempo. O confiamos o desconfiamos, pero no hay un término medio. Ponernos a confiar supone, por lo general, abandonarse (aceptar) a los demás y a nosotros. El cerebro mamífero se impone al reptiliano mediante la socialización, sobre todo en los momentos difíciles. Sin ellas, sin la confianza y la empatía, nuestra especie habría desaparecido hace ya mucho tiempo.
Generar confianza incluye abrirnos y desnudarnos, algo que nos da mucho miedo a muchos de nosotros. Cada vez es más grande la cantidad de gente que rehuye la confianza. En este sentido, esta pandemia por el coronavirus sumada a la crisis económica mundial en la que nos ha sumergido, no están siendo de gran ayuda. Nos guste o no, estamos en un mundo que fomenta la desconfianza, la paranoia, la sospecha, y la competitividad más despiadada. Ejemplos de esto los estamos viendo estos días a la hora de afrontar la crisis sanitaria, con algunas autonomías tratando de ir a la suya en lugar de a la de toda la nación, por no mencionar la poca solidaridad con España e Italia de algunos países europeos como Alemania, Austria, Holanda…
Entre otros muchos beneficios, la confianza genera intimidad y alegría. A todos nos gusta que confíen en nosotros. Y a los demás, también les gusta enormemente que confiemos en ellos. De modo que si confiamos no tenemos que pensar mucho, y este hecho nos evitará miles de quebraderos de cabeza, permitiéndonos ganar mucho tiempo. Cuando elegimos la confianza, el mundo se convierte en un lugar seguro, estemos donde estemos y sea cual sea la situación que estemos atravesando. Al elegirla hacemos fiable y agradable nuestro entorno. Un buen ejemplo de lo que digo son esos aplausos diarios dedicados a las personas en las que confiamos: aquellas que nos cuidan desde los hospitales y todas las que nos ayudan en estos días de miedo y dolor.
Los seres humanos estamos continuamente haciendo elecciones, pero nuestra capacidad para saber si acertamos o nos equivocamos es muy pequeña. De tal modo, que no nos podemos librar de elegir sin correr riesgos y sin poder zafarnos de la incertidumbre. Correr riesgos es el peaje que tenemos que pagar para adquirir y construir la confianza, ya que la vida siempre nos comportará riesgos y amenazas.
Sin embargo, existe una forma de elegir sorprendente y novedosa, con una lógica paradójica que va más allá del existencialismo y que bebe de las fuentes de la filosofía constructivista. Se trata de elegir un día una cosa y al día siguiente justo lo contrario. Esta idea no es mía. Séneca cuenta sobre Epicuro, otro de los más grandes filósofos que ha dado la humanidad, que éste se prescribía de vez en cuando vivir como un pobre durante unos días para después vivir otros tantos como un rico. Era su forma de experimentar su existencia y conocerse de un manera amplia y global. Era su manera de ser más consciente y de elegir quién quería ser. La idea que subyace en esta propuesta consiste en ir más allá de la lógica manida de causa y efecto.
Debe quedar claro que el hecho de elegir la confianza no es un acto de voluntad, sino una elección deliberada. Todos construimos nuestra realidad cada día y nuestra forma de construirla es “actuando como sí” el mundo se adecuase a como cada uno lo percibimos”. Paul Watzlawick, uno de los más grandes psicoterapeutas y pensadores del siglo XX, decía al respecto: “actuamos y reaccionamos no directamente sobre la realidad, sino sobre la representación del modelo de la realidad que nos hemos construido”.
EJERCICIOS PARADÓJICOS PARA PODER PRACTICAR LA CONFIANZA:
- Confiar los días pares en los demás y en nosotros mismos. Puesto que es imposible controlar las acciones y pensamientos de los demás, practicar la confianza hará que tengamos un control basado en el presente, es decir en el “aquí y el ahora” muy alejado de las preocupaciones obsesivas y de los miedos patológicos. Algo que nos puede ser de gran ayuda para lograrlo consiste en “actuar como si” fuésemos personas que confían. Claudio Naranjo, uno de mis mejores maestros, me decía: “que para crear aquello que no existe dentro de nosotros, primero habíamos de actuar como si ya existiese”.
- Desconfiar en los días impares de todo y de todos, incluso de nosotros mismos. Esta práctica suele producir un cortocircuito en nuestra mente, provocando la paradoja de aceptarnos. Y al mismo tiempo, es una gran ayuda, pues nos aporta una panorámica completa acerca de cómo nos complicamos y amargamos la vida nosotros mismos practicando la desconfianza. Comprobaréis que nuestro yo auténtico aparece rápidamente cada vez que queremos ser desconfiados. ¿Sabéis por qué? Porque la naturaleza del ser humano es altruista, empática, solidaria y entregada.
Por todo lo dicho con anterioridad, estos días podemos actuar como si estuviéramos encerrados o como si estuviéramos libres, como si estuviéramos sanos o como si estuviéramos enfermos. Como si confiáramos o como si fuésemos desconfiados. Colocarnos en esta posición de totalidad (confiando y desconfiando) nos proporciona una experiencia desde el “aquí y el ahora”, que nuestro ego y nuestra subjetividad siempre están tratando de ocultarnos.
Por favor, compartid este escrito con la mayor cantidad de personas posible. ¡Seguimos!
MIGUEL HERRADOR
COACH Y MÁSTER EN TERAPIA BREVE
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